jueves, 20 de junio de 2013

ENTRE PEINES Y TIJERAS


Al entrar en aquel establecimiento percibí algo diferente. Observé el color de sus paredes: tres tonalidades diferentes de gris. El más oscuro simulaba el marco de los grandes espejos que allí había. Encima de la mesita baja, como siempre, estaba aquel centro que contenía tres gruesas velas blancas. También podía ver aquel pequeño revistero con diversas revistas del corazón. Las plantas adornaban el mostrador y los secadores y sillas estaban situados en su correspondiente lugar. Todo parecía igual hasta que reparé en un cochecito de bebé.

Al principio pensé que se trataría del hijo de alguna de las clientas, pero enseguida comprobé que estaba en un error. La criatura era el retoño de una de las peluqueras: una mujer joven, con cara de cansancio y grandes ojeras. ¡Qué distinta de la última vez que la vi!

Mientras me lavaban el pelo el pequeño comenzó a gruñir. Tenía hambre. Éramos varias las mujeres que estábamos allí para ser atendidas, por lo que aquella joven madre no podía prestar atención a su bebé en ese momento.

Se la notaba agobiada y entonces pensé en lo difícil que es conciliar la vida laboral con la familiar en algunos oficios. Ella, sin ir más lejos, tenía que llevarse a su pequeñín al local donde trabajaba. Además - dada la situación de grave crisis económica que atraviesa nuestro país - Margarita no podía permitirse pagar una guardería y mucho menos dejar de trabajar: tenía que pagar una gravosa hipoteca.

Una de las clientas se ofreció para darle el biberón pero Margarita temía que, al estar el chiquitín un poco acatarrado, se atragantase. El pequeño cada vez reclamaba más vivamente su alimento y una de las mujeres le pidió permiso para tomar al niño en sus brazos y mecerle. Margarita se le dió agradecida. Todas mirábamos con ternura a aquel pequeño cachorro humano. Y como madres que éramos decidimos que lo mejor sería que atendiese a su hijo. Nosotras podíamos esperar.

La peluquera preparó el biberón y tomó a su pequeño en sus brazos para darle su alimento. No sé por qué, pero me emocioné.

Espero que algún día ese niño que va a crecer entre peines y tijeras, cuando sea mayor valore el esfuerzo que su madre - como tantas otras madres de condición humilde - tuvo que hacer para poder cuidar de él, al mismo tiempo que trabajaba sin descanso para llevar unos pocos euros a su casa.




lunes, 17 de junio de 2013

LA OTRA CARA DE LA MONEDA


Olvidada, erradicada para siempre. Así pensaba Elena de aquella época de chabolismo que, años atrás, se vivió en su distrito. Aquella tarde, tristemente, observó como aquel penoso pasado que constituyó una dramática lacra social podía convertirse en un nuevo presente.

Caminaba por una de las calles de su barrio, como en tantas ocasiones pues era paso obligado para ir a su domicilio, cuando nuevamente reparó en aquella casa cuyas persianas bajadas desde hacia más de un año denotaban la falta de gente viviendo en su interior. Se trataba de una de esas viviendas antiguas cuyos dueños, casi con total seguridad, habían fallecido o estaban en una residencia geriátrica. ¡Hay tantas hoy en día en semejantes circunstancias! Mientras caminaba Elena pensó en que la segunda opción, sin duda, era la que más podía ajustarse a la realidad ya que, en caso contrario, los herederos la habrían puesto a la venta.

Elena pasó por delante y se dirigió hacia el cruce. Mientras esperaba que el semáforo cambiase de color no pudo por menos que exhalar un suspiro proveniente de lo más profundo de su ser. No comprendía lo contradictoria que era la sociedad que los humanos – en ninguna otra especie se daba algo similar - habían creado: unas viviendas se quedaban vacías, sin poder seguir siendo disfrutadas por sus propietarios al no poder estos pagar la hipoteca… Y otras estaban deshabitadas porque sus dueños ya no podían o querían “vivirlas”.

El muñequito se iluminó de verde dándola, de esa forma, permiso para cruzar la calle. Elena así lo hizo. Anduvo unos escasos cuatro metros cuando se encontró con algo nuevo y que causó en ella un tremendo impacto: una chabola.

Una casa vacía y una familia habitando en una chavola hecha por ellos mismos en un solar. Sin duda, las dos caras de una moneda…