jueves, 25 de octubre de 2007

¡AY DIOS!... ¿HAY DIOS?

Hoy voy a editar en este blog un nuevo relato pero antes os dejaré una de esas perlas de sabiduria dicha por algún personaje célebre y a las cuales denomino frases "con sustancia".

FRASES CON SUSTANCIA. La frase que he escogido hoy es la siguiente:

"La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante."

Anónimo


¡AY DIOS!... ¿HAY DIOS?


Para no variar aquí estoy, divagando y dando vueltas y vueltas a esa idea que ronda por mi alocada y “poco amueblada” cabecita desde hace algún tiempo en esa incansable búsqueda de una respuesta que tan solo podré obtener después - como el resto de mis congéneres - de dejar este mundo… ¡y si acaso!

En esta ocasión todo comenzó aquel día en el que hablando con mi muy querida amiga Lola – alma que también intenta comprender lo incomprensible solo que a través de los libros – me comentó que en un programa de televisión que había estado viendo la noche anterior (yo como me acuesto a la misma hora que las gallinas suelo perderme los más interesantes) escuchó decir a la persona entrevistada que, en uno de los libros que componen la Toráh – si mal no recuerdo con esta memoria “pez” mía –, el Libro Sagrado de los israelíes, están escritos en forma encriptada y como en una especie de “sopa de letras” acontecimientos que siglos más tarde tendrían lugar; es decir, en ese antiquísimo libro se profetizaban hechos, pero no solo eso sino que en él se encontraban incluidos también los nombres de los personajes que estaban relacionados con ellos. En la entrevista se citaron entre otros los nombres de Kennedy y Bin Laden… Al parecer ahora han descubierto esos datos gracias al prodigio de la informática y a esos programas chachis que hay. La verdad es que de los datos técnicos que Lola me facilitó al respecto no recuerdo nada de nada. Lo mío es otra cosa: echarle a la ciencia fantasía, misterio, imaginación y poesía.

Todo lo que estaba oyendo venía a sentenciar un recuerdo que almacenaba en la despensa (algo vacía) de mi memoria y cuya puerta se abrió de golpe exclamando un… ¡Ea!, una cosa así como ese célebre: “todo está escrito” que yo escuchaba a cada dos por tres de pequeña y que siempre se achaca al destino… Pues mira por cuanto lo mismo es que ese “libro” sí existe en realidad con sus hojas y sus letritas escritas con tinta… Sí, en eso pensaba yo mientras Lola me comentaba los hechos y me miraba con extrañeza pues debía de estar poniendo cara de “estoy ensimismada en mis propios pensamientos” y lógicamente con una pose tipo estatua de “El pensador de Rodin” que ni qué contar, aunque en lugar de sujetarme la cabeza mi mano sujetaba el mentón y la nariz de mi cara aprisionando entre ambos la boca como diciendo… ¡calladita estás más guapa!

El caso es que – como suele decirse – me quedé con la copla y claro mi mente comenzó a maquinar… Ideas por aquí, recuerdos por allá y pensamientos por acullá y… ¿cómo no…? ¡Alehop! ¡Ya está, tema resuelto! Y es que a mí eso de resolver ecuaciones matemáticas y sumas algebraicas siempre se me dio fatal pero adivinar los enigmas que entrañan los misterios más misteriosos relacionados con el hombre, sus orígenes y el consabido: “¿de dónde venimos, hacia dónde vamos y por qué estamos?, está chupao, je,je,je. Y, ¡a ver quién me dice categóricamente lo contrario!

El resultado de estas elucubraciones y dado esa gran pasión mía por “colgarle el San Benito” de todo lo acaecido religiosa o misteriosamente en nuestro planeta a los extraterrestres me dije: ¡Lógico! ¿Cómo no iban a saber lo que ocurría?, y más aún me atreví (soy terriblemente osada) a dar por hecho que los profetas (incluso el tal Nostradamus) lo que profetizaban no eran sino “chivatazos” de estos seres del exterior pero que… ¡Sorpresa!, estaban en el interior; o sea en la tierra, cuando todo ello ocurría…

¿Qué qué digo…? Pues muy sencillo. Estando yo en esa especie de limbo contemplativo y semi budista que mi profesor solía denominar como “mirando a las musarañas”, de repente me vino una especie de flash y aparecieron ante mí las imágenes de una película que vi hace tiempo y que en su momento fue todo un hito por la novedad de su argumento. Me refiero a “Regreso al futuro”. Estaba más claro que el agua de Lozoya en sus buenos tiempos… Los extraterrestres, ángeles, enviados, mensajeros o como se les quiera denominar tenían la facultad de viajar desde el futuro al pasado y ello significa que viven entre nosotros en el presente, en el nuestro, en nuestra actualidad y en todas las actualidades y presentes de lo que para nosotros es pasado o futuro. Siempre han estado, están y estarán ahí, vigilantes. Ellos saben lo que ocurre puesto que lo “están viviendo” y por ello conocen con pelos y señales, en el argot matritense, lo que va a acaecer y quien o quienes son los responsables… Después a través de algún sistema natural (tipo agujero gusano pero en versión “triángulo de las Bermudas” o algo así) o artificial inventado por ellos - que pa’ eso su civilización está supuestamente a años luz de la nuestra ya que ellos son nuestros maestros- viajan al pasado y describen lo que va a ocurrir… ¡Nos ha “jo-jo” así cualquier predice!

Os preguntareis cómo no advertimos su presencia, como no les “detectamos”. Pues muy sencillo porque son igual a nosotros o mejor dicho nosotros somos iguales a ellos (las supuestas “alas” que llevaban en la antigüedad seguro que era alguna especie de artilugio futurista y de fijo que eran desmontables…). Que yo sepa en ningún momento se dice que los “ángeles” fueran diferentes a los humanos; es más ya he dicho anteriormente que fuimos creados a su imagen y semejanza.

¿Ellos nos crearon? Bueno ya escribí un relato “Discrepando con Darwin” acerca de este tema, el que quiera más información que lo lea porque… ¡No voy a repetirme como la morcilla! Claro que ahora que lo pienso… ¿Y si aquellos “ángeles” de los que tanto se habla en la antigüedad no fueron tal sino unos simples congéneres nuestros, terrícolas, que viajaron del futuro (incluso del nuestro) al pasado para advertir, avisar o intentar mostrar un camino a seguir que precisamente pudiese evitar lo que ellos estaban viendo o viviendo en ese remoto futuro: “el fin del mundo”… En este preciso momento mi memoria evoca en mí el recuerdo de aquella otra película “El planeta de los simios”… ¡Jo!, aquí entre nosotros creo que mejor me voy a dedicar a ver telenovelas y a leer prensa rosa… pensar… ¡No es bueno!

© Rosa María Castrillo Rodríguez