viernes, 12 de octubre de 2007

¡JOPETA, PUES VAYA CON PAPA NOEL!

Aunque aún queda bastante para las navidades hoy cuelgo este cuento infantil basado en ese entrañable personaje conocido como Papa Noel o Santa Claus, pero antes de ello una frase con sustancia.

FRASES CON SUSTANCIA. La frase que he escogido hoy es la siguiente:

"La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea interesante."

Anónimo

¡JOPETA, PUES VAYA CON PAPA NOEL!

Se acercaban las vacaciones de Navidad y en la clase de la señorita Paquita los pequeños estudiantes no hacían sino hablar del mismo tema: los regalos que recibirían en ese día, antesala de esos otros que también les dejarían los Reyes Magos. La suerte de vivir en España porque así reciben ración doble, aunque ese año los niños no iban a tener tantas ganas de esa ración...

-A ver niños, callaos ya que tenemos que seguir con la lección. Estáis ya en primero de primaria y no en educación infantil así pues comportaos como lo que sois y no como unos chiquitajos, dijo la “sita” Paquita, pues así era como sus discípulos solían llamarla. La verdad es que la querían mucho porque era muy buena y se preocupaba por ellos.

En el patio a la hora del recreo se formaron los consabidos grupitos y todos tenían el mismo tema de conversación tanto si el corrillo estaba formado por niños, niñas o una mezcla de ambos: la inminente llegada de Papa Noel en su trineo de renos y sobretodo… ¡Ese gran saco repleto de juguetes!

-Yo le he pedido a Papa Noel que me traiga …

Y el muchachito comenzaba a enumerar a su amiguito toda una retahíla de juguetes más larga que la lista de los Reyes Godos.

-Pues yo le voy a pedir…

Por supuesto que el otro niño para nada se quedaba atrás al decir los suyos. Unos y otros ansiaban que llegase el día 25 de diciembre para, al despertar, comprobar que sus deseos habían sido satisfechos puesto que al fin y al cabo ellos habían sido muy , pero que muy buenos… Según su criterio, claro.

Un día antes de las vacaciones navideñas la “sita” Paquita habló a sus alumnos del significado de esas fiestas. Les contó la historia del nacimiento del niño Jesús y lo que ello representaba, lógicamente adaptándola a la edad de los chavales. También les habló de lo entrañable que resultaba pasar esas fiestas en compañía de la familia. Les decía que ese era el verdadero regalo de la Navidad: el espíritu navideño. Los niños, por mucho que quisiesen a su “sita” la miraban con cara de estar alucinando ya que su profe en ningún momento pronunció las palabras “recibir regalos” al referirse a las navidades. ¿Cómo podía ser eso?¡Los regalos era lo esencial en esas fechas!

Pero, ¿qué hacían Papa Noel y sus duendecillos mientras tanto en aquel remoto y frío lugar llamado Polo Norte? De seguro que estarían dando los últimos toques a los juguetes, disponiéndolo todo para que estuviesen preparados y así, cuando llegase el momento, sus ayudantes pudieran introducirlos en su gran saco mágico comprobando al mismo tiempo la lista con los nombres de cada niño y los juguetes que habían pedido, para que así ningún niño o niña del planeta se quedase sin su merecido obsequio.

Pues mira tú por cuanto que en esta ocasión no era así la cosa… Estas navidades Papa Noel harto ya de escuchar por doquier que los niños de los países del “Primer Mundo” no comían como debían había decidido dejarles otro tipo de regalitos y por ello mandó llamar a varios de sus duendes para que preparasen su trineo solicitando de entre ellos voluntarios para que le acompañasen en esta nueva campaña navideña tan especial. Al principio los pequeños hombrecillos se miraron unos a otros extrañados pero luego todos querían ser los acompañantes de aquel hombre grandote y gordote de cara tan afable. Papa Noel escogió a tres de ellos para esta novedosa aventura y montándose todos en su mágico vehículo en un pis- pas llegaron a… ¡Mercamadrid!

Cuando las puertas del gran mercado central de abastos de la capital madrileña se cerraron los cuatro seres mágicos aprovecharon para entrar sigilosamente en él. Comenzaron a recorrer uno a uno todos los puestos. De repente Papa Noel dirigiéndose a uno de sus duendecillos llamado Nill le dijo: “Anota: Naranjas, mandarinas, peras, manzanas y plátanos”. Prosiguieron su camino por los pasillos del mercado y parándose de nuevo Papa Noel se dirigió esta vez a Fill y ordenó: “Anota: lechugas, tomates, canónigos, maíz, pepino y cebolla”.

Los duendes se miraban unos a otros sin entender lo que estaba ocurriendo. Se limitaban a escribir lo que “el jefe” les decía pero sin coscarse de nada para qué servía tal menester. ¿Qué bicho le habría picado a Papa Noel? ¿Tendría doble personalidad al ser también llamado Santa Claus?

Un poco más adelante encontraron un nuevo puesto y aquel hombre de aspecto bonachón con sus largas barbas blancas y su extraña vestidura a punto estuvo de meterse en un buen lío cuando fue descubierto por uno de los guardas de seguridad de Mercamadrid. El guarda estaba haciendo la ronda cuando se percató de que no estaba solo en la zona que vigilaba y entonces acercándose al lugar de donde provenían las voces pudo ver claramente a los misteriosos personajes y… ¡¿Sería eso posible?! El pobre hombre no hacía sino frotarse una y otra vez los ojos con sus manos como intentando no ver lo que realmente veía. ¿Me habré vuelto loco?, se decía a sí mismo. Papa Noel conmovido por la angustia que estaba viviendo el pobre guarda en esos momentos se le acercó y le dijo: “Sí, hombre, sí. Soy yo. No estás viendo visiones. Estoy aquí para seleccionar las frutas y verduras que mejor y más apetitosas me parezcan porque este año las ofrendaré como regalo de Navidad, pero… ¡No me vayas a delatar!”

Manolo, el “segurata”, dejó de mirarlo con ese gesto mezcla de mucha extrañeza, algo de asombro y una pizquita de susto y le dijo sonriendo: “Tranquilo que no diré una palabra. Además, ¿quién me creería? Otra cosa Papa Noel, gracias por adelantarme la noticia. ¡Menuda bomba!”

Papa Noel y sus hombrecillos verdes prosiguieron la búsqueda y de nuevo el bondadoso hombre del Polo Norte dijo, en esta ocasión al joven duendecillo llamado Till: “Anota: judías verdes, zanahorias, alcachofas, acelgas, puerros, calabacín, coliflor, repollo, brecol…”

-No tan deprisa, se apresuró a decir Till que no daba abasto a escribir tanto verde…

Una vez concluida la misión Papa Noel y sus ayudantes se dirigieron al trineo y en un santiamén regresaron al Polo Norte.

Por fin llegó la Nochebuena y los niños de la clase de la “sita” Paquita ya de vacaciones y al igual que todos los niños en esa fecha, se dispusieron después de cenar con sus familiares, tomar el turrón, tocar la zambomba y cantar villancicos a irse a la cama no sin antes mirar de reojo y con ese brillo especial que da la ilusión a los ojos el adornado árbol navideño esperando ver al día siguiente bajo él sus numerosos regalos…

Y ciertamente así fue porque en la mañana del día de Navidad había baja cada árbol muchos paquetes envueltos en papel celofán de diferentes y alegres colores y que dejaban ver el contenido que había en su interior: frutas, hortalizas y verduras de lo más variadas. Acompañando a estos regalos tan especiales cada uno de los niños también encontró una nota escrita de puño y letra por Papa Noel en la que decía:

“Mis queridos niños este año no os dejo ningún juguete puesto que tenéis muchos. A cambio os voy a dejar un gran regalo: salud.

Si tomáis todos los días frutas, un poco de verdura o ensaladas creceréis sanos y fuertes y sin ese colesterol “malo” que dicen los médicos es tan dañino para el corazón.

Portaos bien y hacer caso a los que saben cómo cuidaros: vuestros padres. ¡Viva la dieta mediterránea!

Recibid un beso muy fuerte de Papa Noel.”

¿Dieta medite… quéee? ¡Jopeta, ya te vale Papa Noel! Sin duda esa fue la frase más escuchada aquella mañana del día de Navidad en todo el mundo occidental y puede que del resto…

© Rosa María Castrillo Rodríguez