sábado, 4 de agosto de 2012

PALABRA DE DIOS


PALABRA DE DIOS
TODO AQUELLO QUE MEREZCO
LO QUE TÚ NUNCA ME DAS
DIOS ME LO DARÁ CON CRECES

Y EN LA VIDA Y EN LA MUERTE
LO QUE YO NO TE RECLAMO
ÉL TE HABRÁ DE RECLAMAR

PUES BIEN SABE QUIEN DE NOSOTROS
AMÓ CON EGOÍSMO Y QUIEN CON GENEROSIDAD







martes, 24 de julio de 2012

¡A ESTIRAR, A ESTIRAR! QUE EL DEMONIO VA A PASAR

¡A ESTIRAR, A ESTIRAR! QUE EL DEMONIO VA A PASAR.


A mi memoria viene aquella canción que, de pequeña, cantaba con mis amiguitas en la calle mientras jugábamos a ese juego llamado “el corro” y es que, como decía aquella otra infantil que coreábamos mientras, cogidas unas a otras de la mano, dábamos, en círculo, la vuelta una y otra vez hasta concluir la canción sentadas en el suelo, por aquella época, pocas eran las niñas que tenían, en su casa, un patio particular en el que jugar en el que el demonio terminaba por pasar…

Era una sociedad paternalista en la que, si uno era bueno y obediente obtenía premios y si no lo era, resultaba castigado.

Después ese modelo cambió a uno que, en principio, debía ser mejor puesto que dejaba a los hijos que desarrollasen su personalidad sin la autoritaria intromisión de los padres. Era el modelo de tolerancia pero al final no ha resultado tan exitoso como se las prometía porque, aunque bien es cierto que hubo una generación – la de la transición de uno a otro modelo social – que sí dió buenos frutos, las siguientes han derivado en un mal entendimiento de la palabra tolerancia que ha dado lugar a otra que, siendo parecida, ni por asomo es la misma: Permisividad.

Y es que los padres de la generación de los sesenta no somos tolerantes sino permisivos. Consentimos a nuestros hijos la falta de respeto, especialmente hacia las normas y el resto de las personas, aunque algunos padres sí quieren que se les respete a ellos… aunque no al resto de la sociedad. Y encima, se les premia...

Todo esto se pone de manifiesto con la llegada del buen tiempo, y más aún en el verano, en comunidades donde hay patio y… piscina.

Las normas dicen: “Prohibido jugar con balones u otros objetos en el interior de la piscina”. Bien pues los niños y no tan niños se lo pasan “por ahí mismo” y eso sí, con el beneplácito de los padres, lo cual impide que el socorrista cumpla bien con su trabajo al no “atreverse” a decirles nada pues… los padres son los primeros no sólo en consentirlo sino en dejar que bajen el balón (y sí, digo balón y no digo pelotita de plástico de colores, típica de las playas…).

Y no sólo eso, es que, aparte de no dejar que sus hijos cumplan con las normas, no dejando que aprendan las verdaderas normas de convivencia, además les animan a no aceptar las decisiones de la mayoría (esos mismos que luego se consideran demócratas). Y es que tras una votación relativa a sacar el mobiliario de piscina (sillas y mesas) fuera del recinto de ésta, un elevado porcentaje de vecinos votó que no fuese permitido y en esta ocasión no sólo los hijos sino también los padres hicieron caso omiso del resultado de la votación, aunque cuando esas mismas personas han propuesto otras cosas y han obtenido la mayoría, el resto de los vecinos lo han acatado.

Capítulo aparte merece el de no pisar el césped, etc., etc…

Sí, nos hemos vuelto demasiado permisivos con esos que son los que conformarán la sociedad del futuro pero es que, quizá también nos hemos vuelto demasiado permisivos con nosotros mismos… Hemos llegado a un punto en el que ni siquiera nos sorprende que nos haga gracia ese anuncio de refresco que, con tal de que el adolescente se divierta, manda a quien quiere hacer que se cumplan las normas a tomar F… ¿Dónde quedó aquello de “la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro…"?

Y es que este es el diablo de nuestros días: la falta de respeto y campea libre por doquier porque comienza a hacerlo, sin que nadie le ponga trabas, desde el patio de nuestras casas que es particular y en él se falta al respeto tanto como en lo demás...





domingo, 22 de julio de 2012

SAN ISIDRO, LABRADOR

SAN ISIDRO, LABRADOR

San Isidro, labrador
Patrón de aquestos parajes,
Aunque no lo merezcamos
Al cambiar bellos paisajes,
Las tierras que con amor,
Con esfuerzo y con sudor
Y la ayuda de los ángeles
A lo largo de tu vida cultivaste,
Pues donde creciera el trigo
Ahora sólo hay edificios
Esos campos que labraste
Hoy calles de asfalto son
Transitadas por los coches,
En lugar de ser camino
de bueyes y carruajes
De las huertas y frutales
Nada queda, en estos lares;
A cambio ahora tenemos
Farolas y pavimento,
Tu campo ha quedado yerto
Y el aire contaminado
Aún así, querido Isidro
Habiendo dado de lado
Ese trabajar la tierra,
Ese sentir campesino
En estos tiempos que corren
Ayuda a tí te pedimos
Pues somos tu pueblo, el llano
No nos dejes San Isidro
de esa que es, tu santa mano.

Rosa Mª Castrillo
Madrid, 22 de Julio de 2.012







SANTA MARÍA DE LA CABEZA


SANTA MARÍA DE LA CABEZA

Santa María,
María de la Cabeza
De nuevo extiende tu pañoleta
Haznos María el favor,
Haznos María el milagro
Para que así, sobre ella,
Podamos cruzar sin ahogarnos
Ese río desbocado
Esas aguas de codicia,
De maldad y de injusticia
Ayúdanos tú, Toribia
¡Oh,Santa, Santa María!
María de la Cabeza
A cruzar a la otra orilla
Esa en la que no exista
Egoísmo y mezquindad
Aquella en la que podamos
Como cristianos andar,
Ven con tu aceite a alumbrar
A este pueblo de Madrid
Que en la oscuridad, está.

Madrid, 15 de Julio de 2.012
Rosa Mª Castrillo





martes, 17 de julio de 2012

LA FIESTA


LA FIESTA

¡Vente a la fiesta!
No quiero ir,
Estoy de luto
¿Quién se te ha muerto?
Es mi país
¿De qué ha fallecido?
De mucho exceso
¿En qué se excedió?
En hombres corruptos
 Y políticos ineptos.

Madrid, 15 de Julio de 2.012
Rosa Mª Castrillo









domingo, 15 de julio de 2012

TORRELAGUNA, CUNA DE FAMILIAS CRISTIANAS

Este escrito es un relato/crónica de la Romería de Torrelaguna. Se la dedico a las gentes de allí porque... ¡Ellos lo valen!

TORRELAGUNA, CUNA DE FAMILIAS CRISTIANAS

Nacida en Madrid, de padres y abuelos madrileños, y, para más “inri” proveniente de la zona comprendida entre la Puerta de Toledo y Marqués de Vadillo, lógicamente, de toda la vida conocí al Santo Patrón de la Villa y Corte, San Isidro y, por ende, a su esposa, Santa María de la Cabeza, ¡anda que no he pasado veces, desde la infancia, por delante de las figuras que de ellos existen en una hornacinas, en el Puente de Toledo! Sin embargo hasta este año nunca antes había vivido la procesión desde dentro, aunque sí en algunas ocasiones me topé con ella por las viejas calles matritenses. Recuerdo que me sonaba “a chino” aquella exclamación: “¡Viva Torrelaguna!”. Ello se debía a mi total desconocimiento de la vida y milagros del cónyuge del Patrono de Madrid.

Fue a través de una antigua conocida mía - por medio de una visita al museo de los Orígenes, más conocido por el de San Isidro, en el cual nunca había estado – que comencé a conocer la vida de este santo matrimonio. Ella, al ver mi interés, me informó de cómo y dónde se conocieron Isidro y María Toribia, pues ese es el verdadero nombre de la santa: en Torrelaguna. Allí contrajeron matrimonio y allí, tras vivir en la capital al lado de su esposo, regresó Santa María de la Cabeza para dedicar su vida, como santera, al cuidado de la ermita de la Virgen de la Piedad.

Dada la proximidad de la fecha, Paloma me invitó a acompañarla a la romería que se haría, como cada año, en dicha localidad en honor a ambos santos. Acepté porque algo dentro de mí me decía que así debía hacerlo. Era como si tuviese una especie de “deuda” con la santa que siempre había quedado, en mis recuerdos y devoción, relegada a un segundo lugar.

Después de bajar del autocar, nos dirigimos a un bar para degustar unos exquisitos churros y porras con los que hacer acopio de fuerzas para, posteriormente, iniciar la romería que saldría de la plaza Mayor. Mientras esperábamos que se dieran los últimos toques en las carretas, uno de los lugareños nos dió unas explicaciones acerca de la bellísima iglesia gótica de Santa María Magdalena, considerada patrimonio artístico, en la cual reposan los restos mortales del insigne poeta Juan de Mena, según pudimos constatar al entrar en su interior. Asimismo nos habló del escudo de armas del cardenal Cisneros que, en piedra, se haya ubicado en la fachada del Ayuntamiento, sito – al igual que la mencionada iglesia - en la plaza Mayor.

Protegidos por gorras, crema de protección solar y con el abanico en la mano iniciamos el camino como romeros. Durante el recorrido, a ratos, el intenso calor se aliviaba gracias a la brisa que parecía querer acompañarnos en algunos tramos del camino. Mientras sentía el suave vientecillo en mi cara gusté fantasear que no eran sino los santos que, al soplar levemente, querían hacernos más livianos esos cinco kilómetros hasta la ribera del río, lugar donde ocurrió, según me comentaron, el milagro acaecido a Santa María de la Cabeza.

Poco antes de llegar al lugar donde rendiríamos homenaje al santo matrimonio con una misa campera, paramos en la ermita de Nuestra Señora de la Piedad - hoy en ruinas y cercada por alambres que impiden el paso a la misma, al ser propiedad privada - para rezar una oración. Allí pedí a la santa que ablande el corazón del actual propietario para que ceda al pueblo la ermita, para que tan santo lugar (no olvidemos que durante varios siglos el cuerpo de la santa estuvo allí enterrado) sea reconstruido por los torrelagunenses y así poder cumplimentar debidamente a la santa y a la Virgen de la Piedad, llegando incluso, quizá, a mantener una luz siempre encendida alumbrando a la Virgen.

Sé que a algunas personas puede parecerles descabellada la demostración de fe y el hecho de considerar, incluso, milagrosas la imágenes de unos santos, Virgen o Cristo, labradas en tallas de madera (cuadro o icono) y más habida cuenta que a veces son réplicas de las originales que, por uno u otro motivo, fueron destruidas o perdidas, pero a los que así piensan yo les sugeriría otra forma de verlo. Para mí esas imágenes, en realidad, son depositarias (como antenas que reciben ondas) de la fe de aquellos que en ellas creen. Siento, sinceramente, que en esas estatuas, de alguna forma, quedan impresos los sentimientos de los que ante ellas rezan, suplican, piden o lloran, y que son los que realmente hacen que esa obra – un objeto - creada en un taller de carpintería o pintura se convierta, por ejemplo, en San Isidro o Santa María de la Cabeza, venerados, queridos y respetados por todos su fieles. Y es que todo es cuestión de fe, y lo que sí puedo asegurar es que en esa romería de Torrelaguna había fe a raudales, tanta que esos romeros no sólo habrían podido mover una montaña sino toda la cordillera del Himalaya.

Sin duda fué una jornada que nunca olvidaré y por ello te doy las gracias, Paloma, y no sólo por darme a conocer la historia de tan ejemplar matrimonio, sino también por tener la suerte de visitar esa maravillosa y acogedora localidad y convivir, durante unas horas, con tan magníficos anfitriones en tan bello paraje que tuve la dicha de conocer: la ribera del milagro. Al no poder agradecer uno a uno la dedicación que todos ellos tuvieron para con nosotros, lo hago en la persona de Luismi, el hermano Mayor de la Hermandad de Santa María de la Cabeza y San Isidro de Torrelaguna. Y en verdad os digo que cualquier persona que tenga interés por participar en esa romería será de igual forma tratado y recibido, siempre que lo haga desde la devoción y el respeto.

Pero el interés de Torrelaguna no radica, ni mucho menos, exclusivamente en el ámbito religioso. También posee un gran atractivo para cualquier viajero que sea amante de la cultura y es que, sin ir más lejos… ¿Qué sería de Madrid sin la universidad de Alcalá de Henares? ¿Habría existido sin Cisneros? Pues no hay que olvidar que es allí donde el cardenal Cisneros nació.

Os aseguro que merece la pena ir a esta real villa y recorrer esos cinco kilómetros a pié, aún sin ser creyente, porque tal vez, y sólo digo tal vez, mientras se anda el camino que va desde el pueblo hasta la ribera del milagro puede que uno encuentre algo que, quizá, en un momento de su vida tuvo y perdió: la fe.

Por todo ello quiero ser yo quien ahora os anime a vosotros a viajar hasta allí para que así, si en el futuro os animáis a ir a la procesión de San Isidro - ú os pilla mientras camináis por la calle Toledo y aledaños - y escucháis ese grito: “¡Viva Torrelaguna!” podáis decir - como diré yo desde ahora – a modo de respuesta, desde lo más profundo de vuestro corazón y con el alma puesta en Santa María y San Isidro: ¡Qué viva Torrelaguna!

Rosa Mª Castrillo Rodríguez

POEMARIO ROSA MÍSTICA

Porque en mí hay una parte espiritual bastante importante...


POEMARIO ROSA MÍSTICA
Autora: Rosa Mª Castrillo Rodríguez

ÍNDICE:
1.- TU ROSA
2.- TÚ, MI HERMANO
3.- BUEN JESÚS
4.- ¡OH, SEÑOR!
5.- LA MAÑANA
6.- TU MIRADA
7.- LA CARGA
8.- EL CALOR DE TU AMOR
9.- TU LUZ


I.- TU ROSA

Yo una rosa quiero ser,
Como la que en su mano prende
Esa Virgen tan bonita
Que todos llaman “Santiña”

María, madre de Dios
Madre del Amor Hermoso,
Madre mía.
¿Qué puedo hacer, dime tú
Pa’ conseguir ese fin?
¿Qué puedo hacer, dime tú
Para verte sonreír?

No quiero ser las espinas
De esa rosa que tú portas
Sino el perfume, la esencia
Del alma de aquesa rosa

María, madre de Dios
Madre del Amor Hermoso,
Madre mía.
¿Qué puedo hacer, dime tú
Para llevar esa luz
De alegría y esperanza
Que siento dentro del alma?

Ayúdame Virgencita
A ser otra rosa más
En ese bello jardín que se llama…
Cristiandad.

Madrid, 6 de Mayo de 2.011


II.- TÚ, MI HERMANO

Yo no te amo Jesús
Como Teresa te amó
Te amo como se ama
A un hermano mayor
Como hermano te escogí
Para seguir tu camino
Pues quiero ser a tu vera
Caminando, peregrino
De tí poder aprender
Esas palabras tan bellas
Que nos diste a conocer:
Amor, perdón, esperanza y caridad
Y que todas practicaste
Con infinita bondad

Yo no te amo Jesús
Como la santa te amó
Te amo como se ama
A un hermano mayor
Por ello así te pido, hermano querido mío,
Que me ampares y protejas
- Pues mayor eres que yo –
A superar esas dudas, las pruebas y sinsabores,
Los maltratos, los dolores,
Esas espinas que en la vida se me clavan
Y que sintiéndote al lado
Se convertirán en agua
Con ella refrescaré el volcán que a veces siento
Al ver tantas injusticias
Que el mundo está padeciendo

Yo no te amo Jesús
Como Teresa te amó
Te amo como se ama
A un hermano mayor
Por eso segura estoy
Que de tu mano, ¡oh, hermano!
Algún día llegaré, al final de ese camino
A encontrarme con aquel
Que Padre de todos, es.

Madrid, 17/03/2011

Nota: Hace referencia a Santa Teresa de Ávila.



III.- BUEN JESÚS

Perdida estaba, Jesús
En lucha conmigo misma
Pues la cruz que yo tenía
Cegaba toda mi alma
Y por ello, del sendero
Alejándome ya estaba

Fué cuando te vi a ti allí
Encerrado en tu capilla
Entre barrotes de hierro,
Con tu corona de espinas

Al mirarte pude ver
Tu mirada compasiva
A pesar de haber sufrido
Escarnios, burlas, tortura
Como pago de tu amor,
Tu bondad y tu dulzura

Perdida estaba, Jesús
En lucha conmigo misma
Hasta que te encontré allí
Dejando a la deriva de ir...

Madrid, 2 de Septiembre de 2011


IV.- ¡OH, SEÑOR!

Yo quiero hacerte, ¡oh, Señor!
Con mi cariño feliz
Y cultivar la belleza
De mi alma para ti

Yo quiero hacerte, ¡oh, Señor!
De mi vida, ese timón
Y navegar tempestades
Sin sentir ningún temor

Yo quiero hacerte, ¡oh, Señor!
Un regalo muy especial:
Sembrar bondad y piedad
Esperanza y caridad

Yo quiero hacerte, ¡oh, Señor!
Una promesa en tu altar
Intentar por el camino
No desfallecer jamás

Yo quiero hacerte, ¡oh, Señor!
Un ruego, con humildad
Si en ese intento me hundo
Vénme pronto a rescatar.

Madrid, 2 de Septiembre de 2.011


V.- LA MAÑANA

Hermosa es la mañana
Hermosa tu sonrisa
Cuando te veo, al entrar,
Por la puerta de la ermita
Resplandece el cielo azul
Resplandece mi mirada
Cuando veo en el Altar
Tu cuerpo, hostia sagrada
Custodiado en su sagrario
Y alumbrado de esa luz
Tenue, suave, rubí,
Que nos ayuda a saber
Que el Amor y el Perdón
Se hayan con nos, allí
Hermoso es el día entero
Hermosa la vida se halla
Si encontramos tu destello
Desde primera hora del alba

Madrid, 3 de septiembre de 2.011

VI.- TU MIRADA

Dulzura nunca yo hallé
Que pudiera compararse
Con la que pude encontrar
En tus ojos, al mirarte
Si pudiera describir
Con palabras el amor
Tendría yo que decir
Que mirándote a los ojos
Fue allí donde le vi

Cálida mirada, dulce sensación
Me transmiten esos ojos
En los que me miro yo
Infúndenme el sentimiento
De sentirme muy querida,
Perdonada y protegida

Espero, Jesús querido,
Que no apartes tu mirada
Y que a pesar de mis dudas,
Mis afrentas y pesares
Cuando te miré a los ojos
Tu dulzura siempre halle.

Madrid, 4 de Septiembre de 2.011


VII.- LA CARGA

Que duro se hace el camino,
Sembrado en dudas se haya.
Cuán pesada es esa carga
Para apesadumbradas almas.
Más cuán liviana se vuelve
Si a cambio nada se espera,
Si no te mueve, al llevarla
Deseos de recompensa:
El paraíso en el cielo
Gloria y riqueza, en la tierra
O el temor de, en la otra vida,
Arder la eternidad entera…

Desde que cuenta me dí
Que lo bueno es perdonar
Por amor y caridad
La sonrisa está en mi cara,
Menos pesada es la carga
Y es ahora, Padre nuestro,
Que tengo plena certeza:
Tú me ayudas a llevarla.
No necesito otra prueba
Que revele tu existencia
Pues me vale con sentir
Cuán ligera está mi alma…

Madrid, 4 de Septiembre de 2.011


VIII.- EL CALOR DE TU AMOR

Ahora entiendo, Virgen mía
Porque te dedican mayo
Tu calor, como el sol en ese mes,
Hace en nuestros corazones
Brotar y crecer la fe

Mayo es el mes de las flores
Mayo es el mes de María
Mayo es el mes que me acerca
Aún más a ti, Madre mía

Virgen que de amor inundas
- Cual cálido rayo de sol -
Nuestra alma, nuestro ser
De esperanza tú me llenas
En un nuevo amanecer

Y por eso yo te pido
No nos dejes de querer
Danos siempre ese, tu amor
Que del mal nos ha de proteger.


Madrid, 7 de Septiembre de 2.011


IX.- TU LUZ

Madre y hermana, Teresa
Dame tu fuerza y tesón
Para resistir la lucha
Que me llena de dolor
Deja que entre en mi cuerpo
Esa luz que desprendías
Cada día de tu vida

Aunque en Calcuta vivías
Nunca fronteras halló
Tu bondad y tu sonrisa
Madre y hermana, Teresa
Ejemplo pa’l mundo entero
De lo que es dar amor
A base de caridad,
Y el cuidado a los enfermos

Yo quisiera bien seguir
Tus pasos, Teresa mía,
Ser un pequeño reflejo
De tu alma cristalina
Más alto dejaste el listón
Pues viviste con fervor
Sirviendo siempre al Señor

Madre y hermana, Teresa
Cuán dichosa hubiese sido
Si mis pasos en la tierra
Se hubiesen topado contigo
Sólo espero, Teresita, que algún día
Pueda ser merecedora
De encontrarte en la otra vida.

Madrid, 18 de Septiembre de 2.011

sábado, 14 de julio de 2012

LA RECETA DE LA ABUELA

LA RECETA DE LA ABUELA


La abuela Pepa siempre guisó de maravilla y por ello, a lo largo de su vida, nos fue dando sus recetas de cocina… pero sin lugar a duda, la mejor receta que nos dio no fue gastronómica. En mi opinión, la mejor fue aquella que nos indicaba cómo construir un mundo mejor. Esta es su receta por persona:

- Una tonelada de “Lo que no quieras para tí, no lo quieras para los demás”.
- Un quintal de “Haz bien y no mires a quién”.
- Una arroba de “ Dar sin esperar nada a cambio”
- Kilos y kilos de “No te arrepientas del bien que hagas ni del mal que hayas dejado de hacer”.

Esos son los ingredientes básicos a los cuales han de añadirse unas especias, a modo de condimento para conseguir el mejor y más deseado resultado.

- Un buen montón de generosidad.
- Una buena porción de respeto por los demás.
- Un buen “puñaó” de diálogo.
- Unas cuantas pizcas de comprensión.
- Unas migajas de paciencia.

Nunca aderezar - ni siquiera una pizquita - con:

- Egoísmo.
- Odio.
- Fanatismo.

Un último consejo de la abuela: A la hora de cocinar hay que hacerlo sin prisa y con mucho cariño. Esta es la manera de que el plato salga “de rechupete”.
Por supuesto ella no conocía palabras como empatía o solidaridad pero sí sabía esas otras que venían a decir lo mismo. Sin duda la abuela supo cocinar esta receta a las mil maravillas para todas las personas que se cruzaron en su camino.
Si queremos servir este delicioso plato tan sólo tendremos que ponernos “manos a la obra” y practicar una y otra vez hasta que el “guiso” nos quede de cinco tenedores.

Madrid, 14 de Julio de 2.012
Rosa Mª Castrillo



jueves, 12 de julio de 2012

ALMAS GEMELAS

Porque tú y yo fuimos, somos y seremos...

ALMAS GEMELAS

Si Dios existe,
en el inmenso infinito
volveremos a buscarnos.

Si Dios existe,
te lo juro, amado mío,
volveremos a encontrarnos

Si Dios existe,
nunca, dos almas gemelas
volverán a dividirse…

Madrid, 12 de Julio de 2.012
Rosa Mª Castrillo

martes, 10 de julio de 2012

AL CAER LA NOCHE

AL CAER LA NOCHE

Cuando caiga la noche
Volveremos a ser
Dos seres en uno,
Como lo fuimos ayer

Cuando caiga la noche
Volveremos a ser
Esos locos amantes
Que crearon un mundo
En el que poderse querer

Ten paciencia, amor mío
Yo también la tendré
Pues nada podrá impedir
Que llegue otro atardecer

Cuando caiga la noche
Volveremos a ser
Dos seres en uno,
Como lo fuimos ayer

Madrid, 10 de Julio 2.012
Rosa Mª Castrillo

domingo, 8 de julio de 2012

AMOR IMPOSIBLE

Porque a pesar de todo, el amor imposible... es posible...

AMOR IMPOSIBLE

Amor Imposible,
Imposible amor
De esos que te nublan
Hasta la razón
Dejando yerto el corazón
Por ser de todos
El más profundo amor

Amor Imposible,
Imposible amor
Me das la vida
Mientras espero la muerte
Que permita a las almas
Amarse por siempre

Amor Imposible,
Imposible amor
Me llena de alegría
Saber que aún me amas
Henchida de gozo se halla mi alma

Amor Imposible,
Imposible amor
Me llena de desdicha
No poder vivirnos,
No poder sentirnos,
Ni poder saciar nuestra gran pasión

Amor Imposible,
Imposible amor
No importa donde estés
Ni dónde esté yo
No hay distancia que destruya
Lo que sentimos los dos

Amor Imposible,
Imposible amor
No importa con quién estés
Ni con quién esté yo
Tendrán nuestros cuerpos
Nuestras almas, no

Amor Imposible,
Imposible amor
De esos que te nublan
Hasta la razón
Dejándote yerto el corazón
Por ser de todos
El que dá más dolor…

Rosa Mª Castrillo
Madrid, 8 de Julio de 2.012









sábado, 7 de julio de 2012

LAS UVAS DE LA IRA. RESUMEN



LAS UVAS DE LA IRA

“En las almas de las gentes las uvas de la ira se vuelven pesadas”

Resumen


En las uvas de la ira se narra la historia de una familia de granjeros del Medio Oeste de EE.UU., Oklahoma, los Joad – cuyo hijo Tom, el segundo, vuelve a casa, con la libertad condicional, después de estar cuatro años en la cárcel por un homicidio involuntario, tras una pelea - que, como tantos otros se ven obligados a abandonar sus granjas en busca de un mejor futuro en California, en la recolección de naranjas. Ocurre después de la caída de la bolsa de Wall Street, en lo que se denominó la Gran Depresión. A causa de la crisis bancaria miles de familias se quedaron sin sus casas al no poder pagar a los bancos. Además a ello se unió el “Dust Bowl” de Oklahoma, que provocó malas cosechas por la sequía, a lo cuál se unió el uso de los tractores que restaba mano de obra al campo. También les acompañaron la familia Wilson.
El camino hacia California a través de la carretera 66, en una vieja camioneta, es largo y lleno de infortunios (el novelista lo compara con el caminar de una tortuga, representado a través de este animal la lucha de la clase obrera). A la familia Joad, incluido el tío John, les acompaña el predicador Casy, amigo de la familia, que ha perdido la fe ya que es un mujeriego. Además opina que lo sagrado del hombre no proviene de un Dios lejano sino de las propias personas. En él viaje van perdiendo las esperanzas, al mismo tiempo que pierden a los abuelos que mueren antes de llegar a la supuesta tierra prometida. El hijo mayor de los Joad, Noah decide separarse de la familia para ir a otro lugar a buscar fortuna. Igualmente hace su cuñado, Connie Rivers, a pesar del embarazo de la hermana, a la cual abandona. La madre Joad es la que mantiene unida al resto de la familia.
La ira de los campesinos hambrientos crece al ver como los propietarios de los cultivos prefieren dejar pudrirse los frutos antes que recogerlos porque, al parecer, no les es rentable por la carestía de la mano de obra.
Los “okies”, como son llamados esos inmigrantes americanos de Medio Oeste por los californianos, son tratados de forma inhumana por los codiciosos terratenientes, al igual que lo fueron por los banqueros. Son hacinados en campamentos y contratados para cubrir el puesto de los trabajadores agrícolas que, en huelga, luchan por unas mejoras salariales ya que, el exceso de mano de obra, había hecho que bajasen mucho los salarios en California. A cambio, los Joad descubren la solidaridad de los que son como ellos. Se ayudan unos a otros para poder resistir y salir adelante en una California que no sólo no era “el cielo prometido” sino que se había convertido en un infierno para ellos. Un lugar en el que ya no cabía la esperanza de una vida mejor. Continúan su camino y por fin llegan a Weedpatch, un campamento del gobierno con buenas condiciones sanitarias que está dirigido por un comité compuesto por las personas que en él habitan y sin policía. Allí viven en solidaridad, realizando trabajos comunitarios. Después de un tiempo, al no encontrar trabajo para todos los componentes de la familia, deciden marchar de allí, llegando al Rancho Hooper (Hooper Ranch). Allí les contratan para la recogida de los melocotones, con un salario más alto ya que, en realidad, con su trabajo rompen la huelga que los otros trabajadores agrícolas han comenzado reclamando mejoras salariales. Tom descubre que uno de los líderes es su amigo Casy. Éste es atacado por antihuelguistas (strike breakers) y es asesinado por uno de ellos con un pick handle (pico). Tom, al defenderse de ese hombre, le mata. Él resulta herido. La policía le busca por lo que Ma Joad, su madre, le esconde y decide que han de irse de alli. Pero Tom, decide quedarse y luchar por los derechos de los trabajadores y, a consecuencia de ello mantiene una pelea matando a un hombre por lo que es buscado por el sheriff el cuál, junto con sus policías, siempre vigila a los “rojos” o agitadores, como ellos llaman a todo aquel que reclama mejores salarios. Finalmente los pocos que quedan en la familia parten sin él en busca de ese trabajo que les brinde la oportunidad de una vida mejor, en medio de una gran lluvia.
En esta novela también se describe la gran fortaleza de las mujeres a la hora de afrontar los problemas ya que la madre es quién, en un momento dado, toma las riendas. Esta fortaleza la demuestra Rosasharn (Rose of Sharon) cuando, al poco de morir su bebé, alimenta con su leche materna a un niño y a su padre, a los cuales encuentra en un almacén en el que se refugian de la lluvia.


Protagonistas:

Tío John: Viudo. Hombre silencioso y esquivo.
Granpa: el abuelo. No quería abandonar su tierra. Muere en el viaje, antes de llegar a California.
Granma: Muere al llegar a California.
Padre: Se abate ante las dificultades.
Madre: Poco a poco se va haciendo con el mando de la familia, quitándoselo a Padre.
Noah: El mayor. Un poco retrasado
Tom: El más inconformista. Salió de la cárcel, en libertad condicional, fue encarcelado por matar a un hombre.
Al: el más joven y ligón
Rosaharn (Roseo f Sharon): Recién casada con Connie y embarazada de éste.
Connie: Marido de Rosaharn. Sueña con ir a California y estudiar allí, por las noches, electricidad.
Hermanos pequeños: Winfield y Ruthie, traviesos y peleones.
Casey: Predicador que ha perdido la fe, amigo de los Joad, que se convierte en un líder de los descontentos.



Este resumen ha sido cedido por la Asociación Cultural SOFOS de Madrid

FEDÓN O DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA. PLATÓN


PLATÓN

FEDÓN O DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA
RESUMEN

En Fedón o de la inmortalidad del alma, Platón, por boca de su Maestro Sócrates, abarca los problemas concernientes tanto a la psicología y la moral, como a la metafísica, por medio de la narración, la discusión y el mito.
En esta obra, Fedón, todavía emocionado, da testimonio a Echecrates de Filonte, mediante un lenguaje sencillo y lleno de grandeza, del noble y sereno final de Sócrates, describiéndole ese último día, en la cárcel, cuando éste, sentado en el borde del lecho, se halla rodeado de sus discípulos que desde temprana hora desean escuchar las últimas palabras de su admirado Maestro, encontrándole en todo momento sereno y sin sombra de tristeza, al contrario que sus alumnos y su consorte, Xantípa.
Para dar su última lección de filosofía, Sócrates mandará que se retiren su esposa e hijos y enseguida provocará una discusión entre dos de sus discípulos: Simmias y Cebes, que durará hasta el momento que la ley determina ha de ingerir la cicuta: la puesta de sol. El cumplimiento de dicha sentencia se había retrasado bastante a causa de la anual “teoría a Delos”, ya que en el período transcurrido entre la ida y la vuelta del barco enviado desde Atenas a Delos estaba prohibido dar muerte a ningún condenado. Sócrates quiere que este “canto del cisne” sea de sublime esperanza para una vida inmortal y bienaventurada. Las preguntas que inician el debate son: ¿No debe desear la muerte el filósofo? ¿Tiene o no derecho a adelantarse a una muerte, a su parecer demasiado lenta, atentando contra su existencia? Con ellas Sócrates quiere que sus discípulos valoren si el deseo de encontrar, tras la muerte, unos dioses justos y buenos no sería motivo de que el sabio filósofo sonría ante el final de sus días. En cuanto al suicidio, la reflexión del Maestro es que la razón de no temer a la muerte se debe al hecho de haber podido soportar los males padecidos en la vida, por un lado, y por otro, el hecho de que dicha vida no le pertenece a uno sino a los dioses, al ser los creadores de la misma. De ahí que nadie deba quitársela y mucho menos un filósofo que aspira a unos bienes invisibles que no podrá disfrutar mientras viva y que han sido el motivo de sus meditaciones a lo largo de ella: la búsqueda de la esencia de las cosas. El hombre vulgar sí teme a la muerte al no ser consciente de la inmortalidad del alma, y por ello sólo piensa en que al morir su cuerpo deja de disfrutar de los goces que le proporciona lo material. Más, ¿cómo tiene el filósofo la certeza de no perecer por completo al morir?, ¿qué prueba existe de que el alma sobreviva?, ¿podría tratarse sólo de una bella ilusión, un engaño? Para contestar a estas preguntas se hablará de la supervivencia del alma al cuerpo, la reminiscencia, la preexistencia del alma, la existencia de las ideas por sí mismas, la sencillez, la inmaterialidad, la indisolubilidad, la libertad del alma, su inmortalidad.
En un punto de las explicaciones que Sócrates da a sus discípulos acerca del viaje que en poco tiempo ha de emprender, Critón le advierte que no ha de hablar tanto pues según le ha comentado el hombre que ha de preparar y darle el veneno que ha de tomar, a las personas que han hablado mucho han de administrarles hasta dos o tres tomas en lugar de una. Sócrates contesta que a él no le importará tener que tomar cuantas sean necesarias, ya que prioriza la charla con sus discípulos y amigos a las dosis de cicuta a ingerir.
Para ello en esta narración Platón parte de la máxima de que “los vivos nacen de los muertos” (según una antigua creencia las almas, al dejar este mundo, van a los infiernos y de allí vuelven al mundo, a la vida) que a su vez está encerrada en otra que dice “todo lo que tiene algo contrario nace de este contrario”, tratando la preexistencia del alma en una especie de reencarnación, tal y como dice la doctrina de la metempsícosis. Para demostrar la inmortalidad del alma el filósofo busca su esencia y para ello distingue dos órdenes de cosas: las unas simples, absolutas, inmutables, eternas, en una palabra, las esencias inteligibles; las otras son mutables, es decir, cuerpos perceptibles a los sentidos. ¿A cuál de estos dos órdenes se une nuestra alma? A las esencias, porque como ellas es invisible, simple y dispuesta además a buscarlas por sí misma como un don propio de su naturaleza. Si nuestra alma es semejante a las esencias, no cambia nunca, como no cambian ellas, y no tiene que temer que la muerte la disuelva como al cuerpo. Es inmortal. Pero Platón tiene especial cuidado en aclarar que porque el alma, por su naturaleza, tenga asegurado un distinto futuro no tiene éste por qué ser igual para todas las almas, indistintamente. La del filósofo y la del justo estarán purificadas por la constante meditación de las esencias divinas y por ello serán admitidas a disfrutar de la vida de bienaventuranzas de los dioses, pero las del vulgar y del perverso, contaminadas de impurezas o crímenes, estarán privadas de esta eterna felicidad. Cualquier objeción al respecto es refutada por Platón por medio del principio de las ideas.
En Fedón, el filósofo nos hace ver que la esencia pura de las cosas se halla a través del razonamiento, de los pensamientos, para que así los sentidos no puedan engañar al alma, para alcanzar la fortaleza y la temperancia, virtudes que han de tener los filósofos. Más la moderación nunca ha de ser vana, en espera de conseguir mayor voluptuosidad; de ahí que la sabiduría sea la única moneda capaz de conseguir las virtudes.
Sócrates, el maestro, quiere que sus discípulos aprendan a conocer la esencia de las cosas; de ahí que éste, a la pregunta: “¿qué es lo que hace que el cuerpo esté viviente?” conteste: “el alma”.
Maestro y discípulos inician un diálogo que va demostrando la inmortalidad del alma en base a la teoría cíclica de los contrarios, poniendo para ello ejemplos: la oscuridad nace de la luz y la luz de la oscuridad y los términos que expresan los cambios, el medio de ambos, sería el anochecer en el primer caso y el amanecer en el segundo, estando en todo momento Cebes de acuerdo con lo que Sócrates expone. En esta conversación queda demostrado que el alma siempre lleva la vida adonde va, siendo su contrario la muerte, la cual no es admitida por el alma, lo que la hace inmortal y, por ello, al ser inmortal es imperecedera. De ahí que, cuando llega la muerte al hombre, tan sólo el cuerpo perece pero no su alma que se retira sana e incorruptible (al salir del cuerpo ya no puede ser “tentada”) al otro mundo.
De la vida nace su contrario, la muerte y de ésta, al haber un retorno a la vida (el alma una vez ha muerto el cuerpo permanece por un tiempo en los infiernos) nace su contrario: el revivir.
Cebes recuerda a Simmias, en presencia de Sócrates, el principio establecido por éste acerca de que la ciencia en realidad es una reminiscencia que, a su vez, demuestra la inmortalidad del alma. Según este principio es indispensable que hayamos aprendido en otro tiempo las cosas de que nos acordamos en éste, lo que es imposible si nuestra alma no existe antes de venir bajo nuestra forma humana.
Cebes expone un posible temor a que el alma, en el momento de la muerte, se disuelva. Sócrates explica que primero hay que saber a qué naturaleza de cosas pertenece el disolverse y luego examinar a qué clase de naturaleza (si a la que se disuelve o no) pertenece el alma. Presupone que las cosas compuestas son las que pueden desasociarse, mientras que las que no están compuestas, es decir las simples, no. Asimismo opina que las cosas que son siempre las mismas y de la misma manera no pueden ser compuestas y, por el contrario, las que cambian constantemente y nunca son las mismas sí lo son.
Por su parte Simmias, aún estando de acuerdo, comenta la desconfianza que le infunde la grandeza del asunto y la debilidad del hombre. Ante ello Sócrates decide examinar cuidadosamente esos principios hasta que su alumno deje de tener dudas. Para ello continua diciendo que el alma, dada su inmortalidad, necesita ser cuidada no solo durante la vida, sino también después de ella y que el no hacerlo sería muy grave. Para salvarla hay que convertirla en buena y sana ya que el bagaje (costumbres y hábitos) que lleve al morir el cuerpo es el que tendrá cuando vuelva a nacer en otro al reencarnarse siglos más tarde, después de haber sido juzgada. Pero ese camino que recorre no es único ni simple como dice Telefo en Esquilo: “un simple camino conduce a los infiernos”, ya que el alma, al morir el cuerpo, es conducida por un guía; lo cual implica que ha de haber diferentes caminos a seguir que hacen necesario de esa guía para evitar se pierdan. Según esta exposición Sócrates dice a los alumnos que un genio acompaña al hombre desde el momento de nacer hasta su muerte, guiándole después: primero hasta el lugar donde ha de ser juzgado y después hasta el lugar donde deba ir. Si el alma ha vivido envuelta en vicios y crímenes se hallará sola, errante, pues el resto de las almas se apartaran de ella, hasta que después del tiempo la necesidad la lleve al sitio en el que deba estar; por el contrario el alma que ha vivido en templaza y pureza tendrá por compañeros y guías a los mismos dioses, habitando en maravillosos lugares de la tierra.
Al querer Simmias saber más de esta tierra de la que su maestro habla, Sócrates se limita a decir que lo que les puede contar es una idea general de cómo él imagina es esa Tierra, una tierra que él supone está por encima de la que vemos y para ello pone el ejemplo de cómo un animal marino que vive en las profundidades, si pudiera, creería que el agua de la superficie es el cielo al no poder salir del agua y contemplar el verdadero cielo que ve el hombre, y para ello les narra una fábula de la tierra pura que está en medio del cielo. Según Sócrates esa tierra sería perfecta y feliz donde, por ejemplo, las piedras no están corroidas ni estropeadas por las sales o los sedimentos siendo por ello perfectas y bellas; al contrario que ocurre en la Tierra inferior.
Esa Tierra está llena de cavernas de diferente profundidad y extensión pero todas ellas comunicadas entre sí por medio de galerías por las cuales corre el agua de manantiales y ríos subterráneos tanto de agua fría como de fango o fuego. Sócrates, citando a Homero, habla del “abismo más profundo que hay bajo la Tierra”, al cual denominan Tártaro. Allí van a parar todos los ríos y también de allí salen. Existen cuatro grandes corrientes y la mayor y más externa, explica Sócrates a sus discípulos, es el Océano. En frente corre el Aqueronte que se precipita en las marismas de Aquernoiada, adonde las almas van la mayor parte de las veces al abandonar el cuerpo, permaneciendo allí un espacio de tiempo para ser posteriormente devueltas a este mundo ocupando un cuerpo nuevo. Entre el Aqueronte y el Océano corre un tercer río, el Puriflegeton, cuya agua de color negro hierve mezclada con fango que recorre la Tierra yendo a parar a la marisma Aquernoiada sin que sus aguas se confundan, para después de dar varias vueltas ir a caer en lo más profundo del Tártaro.
El cuarto río, el Cocitos, cae en un lugar de color azulado llamado Estigio en el cual forma la laguna Estigia, en cuyas aguas adquiere propiedades horribles, filtrándose después en la tierra para, sin mezclarse con los otros ríos, precipitarse en el Tártaro. Según la naturaleza de las faltas cometidas, y tras el juicio, el alma irá a uno u otro río; por el contrario todo aquel que ha vivido una vida santa se verá libre de los lazos terrestres siendo su alma conducida a las alturas, a la Tierra pura donde habitará y de éstos, los que han sido purificados mediante la filosofía, y ya sin cuerpo, habitarán los lugares más admirables. Así lo entiende Sócrates y de ahí que hablase a sus discípulos de la necesidad de adquirir virtudes y sabiduría en la vida.
Después de hablar de todo ello Sócrates entró a tomar un baño antes de la hora de tomar el veneno. Al salir de él recibió a su mujer e hijos para darles instrucciones. Cuando entró el servidor de los Once advirtiéndole que era la hora de tomar el veneno dijo a Sócrates que éste era el más firme, bondadoso y mejor de todos los presos que habían estado allí, pidiéndole que no le guardase rencor. Llegada la hora, y sin querer alargarla más, Critón, instado por Sócrates, hizo una señal al esclavo para que llevase el veneno, siendo aconsejando el Maestro de que una vez lo tomase caminase y que cuando notase pesadez en las piernas, se acercase al lecho. Al verlo beber, contaba Fedón, todos los discípulos rompieron a llorar hasta que Sócrates les recriminó la conducta haciendo que callasen, avergonzados. Las últimas palabras de Sócrates fueron dichas a Critón, recordándole que debía un gallo a Esculapio para que pagase su deuda. Después Critón le cerró los ojos y la boca. Había muerto el más justo y sabio de los hombres.



Este resumen ha sido cedido por la Asociación Cultural SOFOS de Madrid

EL BANQUETE, O DEL AMOR. PLATÓN.


PLATÓN

EL BANQUETE, O DEL AMOR.

Asunto: Diálogo acerca del amor en el cual Platón habla a través de Sócrates como personaje principal.

RESUMEN

Apolodoros se encuentra con un amigo que le pide le describa lo acaecido en un banquete dado por Agatón, poeta trágico, a sus invitados Phaidros, Pausanias, al médico Eryximacos, al poeta cómico Aristófanes y a Sócrates, para celebrar su victoria en las fiestas Leneas con su primera tragedia, diciéndole que ya Glauco le había relatado algo acerca de él; al parecer a él se lo había contado Phoenix, hijo de Philippo.
Apolodoros contesta que ese banquete acaeció mucho tiempo atrás, cuando ellos eran jóvenes, y que aunque él no había acudido al mismo, sí tuvo conocimiento detallado de lo allí tratado no por Sócrates sino por medio de uno de los invitados, Aristodemos de Kydaethenes, un hombrecito descalzo, gran admirador del Maestro, aunque él, más tarde, constataría la veracidad de lo relatado por boca de Sócrates. Acto seguido Apolodoros inició la narración diciendo que, una vez llegaron todos los convidados – siendo Sócrates el último en acudir -, sus pies fueron lavados, cenaron, hicieron las libaciones, se cantó un himno en honor del dios y tras otras ceremonias religiosas ordinarias, se decidió que beberían con moderación, por indicación de Pausanias.
Entonces Eryximacos propuso iniciar una conversación en la cual cada uno de los presentes daría un discurso que versase sobre el Amor, ya que decía nadie había elogiado a dios tan grande.
Phaidros, el primero en hablar, lo hace como un joven cuyas pasiones han sido purificadas por el estudio de la filosofía. Él, con su educación liberal, juzga el Amor libre de toda sensualidad grosera y en su acción moral. Para Phaidros es el dios más antiguo ya que no tiene ni padre ni madre, y el más capaz de hacer al hombre virtuoso y feliz en la vida y después de la muerte. Para él no hay mayor ventaja para un joven que la de tener un amante virtuoso y para un amante no hay otra que amar un objeto virtuoso. Además el Amor, para Phaidros es como un principio moral que gobierna la conducta sugiriendo a todos los hombres la vergüenza de lo malo y la pasión del bien, que no tolera la cobardía en los amantes y que siempre inspira abnegación.
Pausanias es el segundo en hablar y lo hace como el hombre maduro al que la filosofía ha enseñado lo que los jóvenes desconocen. Está en desacuerdo con el elogio que Phaidros hace en su teoría, pues éste ve al Amor como único.
Por su parte, en su discurso, Pausanias trata el Amor como una investigación filosófica en la cual indica que el Amor no puede ir sin la compañía de Venus; es decir, de lo bello.
En esta teoría existen dos Venus: Venus celestial, hija del Cielo y sin madre y Venus popular, hija de Júpiter y de Dione, y por lo tanto existen dos Amores que se corresponden igualmente con esos nombres y que acompañan a cada una de ellas: uno sensual que causa vergüenza y que hay que evitar (Venus y Amor popular). El otro Amor va dirigido a la inteligencia, por lo que es proclive a los hombres. Este Amor es digno de ser buscado y honrado por todos pues exige para ser bueno y honorable una serie de condiciones difíciles de reunir en el amante (Amor celestial que acompaña a Venus celestial). Los servidores de este tipo de amor sólo se sienten atraídos por jóvenes cuya inteligencia empieza a despuntar y se da exclusivamente entre hombres.
Para Pausanias la acción en sí no es bella ni fea sino que depende de la forma en que se realice; es decir será buena y bella si se hace con honorabilidad y mala y fea si se lleva a cabo faltando a esa regla.
Para este filósofo el amante debe amar la belleza del alma ya que ésta ama la virtud, y de esta manera permanecerá fiel toda la vida porque ama lo que es duradero. El amante y el amigo han de esforzarse mutuamente, observando siempre las reglas del honor, con la esperanza de perfeccionarse en una ciencia o virtud.
Aristófanes perdió su turno pues tuvo un ataque de hipo causado por el exceso de comida, haciendo que Eryximacos, fuese el tercero en improvisar sus opiniones respecto al Amor, expresándose en su discurso como médico, decidiendo completar lo anteriormente expuesto por Pausianas. Aunque acepta la diferencia de los dos amores argumentada por el anterior contertulio, él lo considera como la unión y la armonía de los contrarios, estando en todos los seres y no sólo en el alma de los hombres. Añade que el amor está en la Medicina pues la salud del cuerpo es el resultado de la armonía entre el buen y el mal temperamento. Asimismo esta en la música, en la combinación armónica de sonidos graves y agudos, o en la poesía cuyo ritmo viene dado por la unión de las breves y las largas. El Amor puede ser funesto y perverso cuando los elementos opuestos rehúsan unirse y existe el predominio de uno de ellos, o bueno y saludable cuando se produce y mantiene la armonía, llegando a tener un poder universal. En su teoría Eryximacos da una nueva definición del amor: la unión de los contrarios, abriendo así un nuevo y vasto horizonte en la discusión, al abarcar por entero todo el orden de las cosas físicas.
Aristófanes, recuperado de su hipo por haber estornudado, habló a continuación. Su discurso tiene la elocuencia de un poeta cómico, aunque conlleva profundos pensamientos. Para dar su opinión acerca de la universalidad del Amor imagina una mitología extraña, a fin de demostrar que el amor, considerado una vez como la armonía de los contrarios y otra como la unión de los semejantes, es en todos los casos el deseo de la unidad, idea que lleva a la metafísica la teoría de la psicología y de la física.
Para exponer su teoría Aristófanes habla de tres especies de hombres que existieron en un principio y que eran dobles y de forma esférica: dos hombres unidos (producidos por el sol), dos mujeres unidas (producidos por la tierra) y la última, un hombre y una mujer unidos, denominados andrógenos, la especie más inferior (producidos por la luna). La unión se verificaba por la piel del vientre y cada una de estas especies estaba llena de amor por la suya, engendrando hijos de su especie por las semillas que dejaban caer en el suelo. Desafiaron a los dioses y como castigo fueron separados y Apolo fue el encargado de curar las heridas. A partir de entonces se vieron obligados, a fin de reproducirse, a unirse hombre con mujer. Más a pesar de ello cada especie ha guardado en su recuerdo el amor que sienten el uno por el otro en su antiguo estado, cuando se era un todo completo: hombre-hombre, mujer-mujer y hombre-mujer, motivo por el que se buscan incesantemente (la búsqueda de la “media naranja”). Con esta teoría Aristófanes explica los diferentes tipos de amor existentes: heterosexual y homosexual, llegando a la conclusión de que el amor entre dos hombres no es solamente el más noble, sino el único amor verdadero y durable; siendo el amor entre hombre y mujer el más inferior de todos puesto que es la unión de dos contrarios. Para Aristófanes al deseo de volver a recobrar aquel antiguo estado se le llama amor.
Agatón, al ser poeta, se expresa con hábil retórica y elegante lenguaje. Para completar la teoría del Amor ha de saber cuál es su naturaleza y así saber sus beneficios. Al contrario que Agatón opina que el Amor no sólo no es el más antiguo sino que es el más joven de los dioses, siempre hermoso y con una juventud eterna. Es el más tierno y delicado al habitar en el alma de los hombres, aunque no en todas pues se aleja de los corazones duros; es también el más sutil al poder entrar y salir de las almas pasando inadvertido. También es el más gracioso al ir siempre acompañado de la belleza; asimismo el más justo pues ni ofende ni es ofendido ya que violencia y Amor son incompatibles. También es el más temperante pues domina todas las pasiones, al ser él el mayor placer; es por lo tanto el más fuerte y el más hábil, siendo además maestro de Apolo, las Musas, Minerva, Vulcano y Júpiter. Él forma a su antojo a los poetas y a los artistas. Agatón concluyó su elogio diciendo que en cuanto el Amor nación brotaron de él toda clase de bienes para los dioses y los hombres, utilizando para ello un homenaje poético de tal calibre que al terminar todos le aplaudieron.
“La elocuencia de Agatón, me recuerdas a Gorgias”, comentó Sócrates diciendo que se sentía apurado al tener que elogiar él al Amor después de un discurso tan bello, tan variado y admirable en todas sus partes. Dichas estas palabras, y siendo ya su turno de oratoria, Sócrates advierte que su elogio consistirá en referirse solamente a cosas verdaderas, para ello expone su teoría con un maravilloso lenguaje sabio e inspirado. Su discurso se compone en dos partes: una crítica, en la cual rechaza algunos planteamientos expuestos por el resto de los comensales, especialmente los de Agatón y otra dogmática en la que da su opinión acerca de la naturaleza y los efectos del amor.
Comienza rebatiendo a Agatón, para ello le hace varias preguntas cuyas respuestas les llevan a la conclusión de que el Amor no es bello pues busca la belleza y siempre se busca lo que no se tiene, motivo por el cual tampoco es bueno ya que lo bueno siempre va unido a lo bello. Para emitir su opinión acerca de la divinidad del Amor, se basa en las palabras dichas por una mujer, Diotime de Mantinea, “maestra del amor y de muchas otras cosas” de la cual, comenta Sócrates, él ha aprendido todo lo referente al amor. Ella le hizo comprender que el Amor no es un dios pues no es ni bello ni hermoso y los dioses sí lo son. Ello no quiere decir que sea feo y malvado ya que, entre ambos términos existe un punto medio entre los contrarios, al igual que lo hay entre la ignorancia y la ciencia. El Amor es un ser intermedio entre lo mortal y lo inmortal: un demonio. Su misión es mantener la armonía entre la esfera humana y la divina, aproximando ambas naturalezas contrarias al ser intérpretes e intermediarios entre los dioses y los hombres. Junto con los otros demonios es el lazo que une el gran todo, ya que el hombre se eleva hasta Dios por el esfuerzo del Amor.
El Amor, nacido el mismo día que Venus, es hijo del dios de la Abundancia y de la diosa de la Pobreza; de ahí su naturaleza semi divina. Es amante de la sabiduría - lo que le hace ser un filósofo - al ser bella y buena, siendo él ni lo bastante sabio para poseerla ni lo bastante ignorante para creer que la posee.
La naturaleza y el origen del Amor es muy clara: el que ama lo bello. Y lo que ama es poseer lo bello y con ello ser dichoso. Por tanto el amor consiste en poseer lo bueno y lo bello, es decir la belleza, por siempre. Para ello se aspira a la producción en la belleza, sea por el cuerpo o sea por el alma, queriendo que esta producción se perpetúe sin interrupción y sin fin, de donde se deduce que la inmortalidad es también un objetivo del amor. Esta inmortalidad, si se produce a través del cuerpo, produce el nacimiento de los hijos que es la sucesión y sustitución de un ser joven a uno viejo. Este deseo de perpetuarse es la razón del amor paternal, dando una inmortalidad compatible con la naturaleza mortal. Pero por encima de ésta están aquellas que se alcanzan según el espíritu, y que son propias del hombre que ama la belleza del alma, inculcando en ella virtudes tales como la justicia, la prudencia y el deber, perpetuando la sabiduría y asegurando así una inmortalidad muy superior a la conseguida a través de los hijos.
Diotime, siguió narrando el Maestro, había pedido a Sócrates le prestase toda la atención de que fuese capaz para así hablarle de los diferentes grados dentro del amor. El primero es el de la atracción por cuerpos hermosos y después por todos los cuerpos, cuyas bellezas son todas hermanas las unas de las otras, para pasar al segundo grado en el que el hombre se enamora de las almas bellas, de sus acciones y sentimientos. De ahí pasa a la esfera de la inteligencia, en la cual se siente atraído por todas las ciencias, inspirando al hombre los más elevados pensamientos y los mejores discursos filosóficos. Pero la ciencia que más cautiva el alma es la ciencia misma de lo bello: la belleza en sí, eterna, suprema, absoluta y divina. Ésta es la perfección del amor. Por ello, el que engendra y alimenta la verdadera virtud es al que le corresponde ser amado de Dios, alcanzando al mismo tiempo la inmortalidad.
Sócrates termina su elogio al Amor diciendo que venera todo cuanto a él se refiere y que, para conseguir un gran bien éste es el auxiliar más poderoso.
El discurso de Sócrates - en el cual quedaba patente la altura moral dada en él al Amor, en contraposición a la bajeza de los afectos ordinarios de los hombres- estaba siendo alabado cuando escucharon mucho ruido proveniente del exterior y fuertes golpes en la puerta. Eran voces de jóvenes en estado de embriaguez a los cuales se unía el sonido de la flauta. Al momento entró Alcibíades que medio borracho preguntaba por Agatón pues pretendía colocarle una guirnalda de flores en la cabeza. Se acomodó al lado del anfitrión, entre éste y Sócrates al cual no había visto en un principio. Al darse cuenta de la presencia del Maestro, por quién siente un profundo afecto admiración por su superioridad moral, Alcibíades le increpa el estar allí pues no esperaba encontrarse con él y, especialmente, el hecho de que éste se hubiese sentado al lado de Agatón, el más bello de los comensales.
Por su parte, Sócrates afirma que el amor que Alcibíades siente por él le pone en apuros pues tiene miedo de ese amor a causa de los terribles celos que el joven siente, ya que desde que él comenzó a amarle no puede ni hablar ni mirar a ningún otro joven sin provocarlos.
Alcibíades, diciendo que dejará la venganza para otra ocasión, hace otra guirnalda para coronar a Sócrates pues para él es quien mejores discursos da siempre. Después animó a los demás a beber. Eryximacos insta a Alcibíades a dar un discurso acerca del Amor pero éste dice que al estar embriagado su elocuencia no podría mantener disputa con la de ellos, hombres sobrios y de sangre fría; además él no podría elogiar a ningún dios u hombre estando delante Sócrates pues éste le maltrataría. Eryximacos le anima pues a elogiar a Sócrates. Alcibíades accede diciendo que dirá la verdad sobre él y, que si en algún momento no es así, que el Maestro le desmienta pues si falta a ésta será sin intención.
Alcibíades comienza su discurso comparando a Sócrates, en el exterior, con el sátiro Marsyas, el flautista que encantaba a los hombres con el sonido de su música. Al igual que éste, el Maestro con simples discursos tiene, dice Alcibíades, la virtud de arrebatarnos a nosotros mismos y de hacernos conocer a los que tienen necesidad de las iniciaciones y de los dioses, pues todos los que le escuchan se sienten impresionados y transportados. Añade Alcibíades que él mismo, cuando le escucha, nota que su corazón late más violentamente e incluso derrama lágrimas, llegando a afirmar que Sócrates despierta en él el sentimiento de la vergüenza, al hacer que sus actos desmientan sus palabras.
Asimismo le compara con un Sileno al sentir Sócrates también un ardiente interés por los bellos mancebos y adolescentes, a los cuales busca con apasionamiento pues le cautivan en extremo. Más, y en contra de lo que pudiese parecer, Alcibíades asegura que la hermosura de un hombre es tan indiferente a Sócrates como lo es la riqueza. Tan sólo cuando deja que miren en su interior, quien ve en él se da cuenta de las bellezas que allí guarda, tan divinas, grandes y seductoras que imposible resistirse a él.
Para dejar constancia de ello Alcibíades cuenta lo ocurrido entre él y el Maestro, pues quiere elogiar lo admirable de Sócrates. Narra como en un principio pensó que al Maestro le interesaba de él su belleza y por ello, en una de las ocasiones en que le invitó a su casa a cenar y dormir se insinuó a él diciéndole que era el amante digno para él ya que su empeño mayor era el de perfeccionarse todo lo posible y por ello no veía a nadie cuyo auxilio para ello fuese más provechoso que el de él. Añadía que también le había dicho, en aquella ocasión a Sócrates, que creía que éste no se atrevía a descubrirle sus sentimientos.
Según confesaba, la respuesta de Sócrates fue que debían de pensarlo y hacer lo que más conviniese a ambos. Alcibíades insisitío y se recostó a su lado pero Sócrates le rehusó. Alcibíades relataba que se sintió por una parte menospreciados pero que por otra admiró el carácter, la temperancia y la fortaleza del alma de Sócrates, creyendo imposible encontrar otro hombre que le igualase en sabiduría y dominio sobre sí mismo.
Alcibíades continuó relatando hechos admirables como los que Sócrates llevó a cabo en campaña, en los combates, llegando incluso a salvarle a él la vida. Finalmente terminó diciendo que lo que hacía a Sócrates digno de particular admiración era el no tener semejantes ni entre los antiguos ni entre los contemporáneos. Era pues un ser único.
Una vez terminado su discurso interviene Sócrates para decir que todo había sido un ardid para enemistale a él y a Agatón, pretendiendo que él sólo debía amarle a él y a nadie más y que, por otro lado, Alcibíades había de ser el único en amar a Agatón. Con ello Sócrates consiguió que el joven Agatón se sentase junto a él y, aludiendo al elogio que debía de hacer a quien estaba sentado a su derecha, impidió que Alcibíades volviese a situarse entre ambos. Cuando Sócrates iba a iniciar su elogio entraron en la sala aquellos que, embriagados, habían acompañado a Alcibíades haciendo de esta forma que todos los invitados se embriagasen excepto Sócrates, invencible porque su pensamiento, separado de esos desórdenes, preserva de ellos su cuerpo ya que la filosofía le ha inmunizado contra las pasiones. Una vez que sus dos últimos interlocutores durmieron, y habiéndose despertado Aristodemos, ya entrado el día, Sócrates y él abandonan la casa de Agatón. A continuación fue al Liceo, bañándose allí e iniciar sus ocupaciones habituales.







Este resumen ha sido cedido por la Asociación Cultural SOFOS de Madrid

MEDITACIONES METAFÍSICAS DE DESCARTES. RESUMEN

MEDITACIONES METAFÍSICAS DE DESCARTES

Introducción


René Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna ya que ésta se desenvuelve partiendo de la idea de que la mente se descubre a sí misma, justificando mediante la acción de su propio pensamiento el conocimiento y el ser; lo cual se concentra en la frase de Descartes: “Cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Estas palabras expresan uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas, convirtiéndose en elemento fundamental del racionalismo occidental; con ella el gran filósofo francés expresa el descubrimiento de una verdad incuestionable, pero también un ámbito nuevo de lo real: la subjetividad individual autoconsciente. De esta forma Descartes inaugura una nueva época: la Modernidad, con sus pretensiones revolucionarias de autonomía de la Razón.
Según Descartes, el ser humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa. A esta dicotomía las denomina como “res cogitans y res extensa”. Para Descartes la “Res cogitans” (pensamiento), la esencia de esta sustancia, dice Descartés, es el pensamiento y sus propiedades no son sino diferentes modos de pensar: la imaginación, el sentimiento y la voluntad como nos dice en las “Meditaciones Metafísicas”: “una cosa que piensa es una cosa que duda, que entiende, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”. Por el contrario en la “Res extensa” (el cuerpo), la naturaleza y esencia de esta sustancia es la extensión en longitud, anchura y profundidad. El resto de características que podamos atribuir a los cuerpos (como la figura y el movimiento) presuponen la extensión, siendo esta una concepción geométrica o matematizante de la realidad. Para Descartes los animales son pura extensión, no poseen mente alguna.
Descartes propone un método, el cartesiano, que ha de ser matemático y universal, sea cual sea su aplicación o campo del saber a que se refiera a fin de evitar el error, permitiendo aumentar los conocimientos y descubriendo nuevas verdades.
La publicación de las “Meditaciones metafísicas” (1641), con las respuestas de Descartes a las objeciones planteadas por siete de sus críticos, señala el comienzo de la polémica en torno al cartesianismo. A lo largo de las seis meditaciones de las que consta el libro, el principal objetivo de Descartes es la demostración de Dios y la inmortalidad del alma, mediante razonamientos lógicos; así como definir las bases del conocimiento. Descartes busca encontrar “la verdad” de las cosas a través de la razón y para ello nos dice que hemos de dudar de todas las cosas (duda metódica), especialmente de las materiales, librarnos de los perjuicios y acostumbrar a nuestro espíritu a desligarse de los sentidos.

RESUMEN

Meditación Primera (De las cosas que pueden ponerse en duda)

En la primera meditación Descartes nos dice que desde su niñez había admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas. Al cuestionarse esos principios, y no por ligereza sino por fuertes razones, ha de liberarse de antiguos prejuicios. Y para esto no será necesario que demuestre que todos ellos son falsos, bastará para rechazarlos que encuentre, en cada uno, razones para ponerlo en duda. También nos habla de las razones por las cuales podemos dudar en general de todas las cosas y, en particular de las materiales, motivo por el cual nos insta a acostumbrar a nuestro espíritu a desligarse de los sentidos, pues todo lo que se tiene por verdadero y seguro lo ha aprendido de ellos y ha podido experimentar que no se puede confiar por completo en ellos pues a veces nos engañan; aunque por otro lado los sentidos nos muestran cosas de las que no se puede razonablemente dudar. Para ello Descartes nos refiere la sensación que se tiene, al soñar, de estar viviendo una realidad; al ser difícil distinguir el sueño de la vigilia y, a pesar de que lo que en ellos se vea son meramente una ilusión, ésta ha de estar basada en realidades al no poder inventar algo totalmente novedoso sin que nunca haya sido visto o sea el resultado de una mezcla y composición de partes diferentes. También añade que, aún en el caso de que alguien pudiese en realidad crear algo completamente nuevo, los colores de los que estaría compuesto serían verdaderos (verdad absoluta). Para Descartes las ciencias que dependen de la consideración de las cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas (física, astronomía, medicina) ; por el contrario las que tratan cosas muy simples y generales (aritmética, geometría), sin preocuparse mucho de si están o no en la naturaleza, contienen una verdad que prevalece. Descartes pone como ejemplo que el hecho de que uno esté dormido o despierto no cambia la verdad tan clara de que dos más tres suman cinco, o que el cuadrado nunca tendrá más de cuatro lados. Mas aún así, Descartes crea la incertidumbre de que exista un dios – al que él denomina “genio” o espíritu maligno para diferenciarlo del Dios cristiano que es todo bondad – que le haga equivocarse siempre al hacer dicha suma o contar los lados del cuadrado, añadiendo que quizá algunos preferirán negar la existencia de tan poderoso Dios a creer que todas las demás cosas son inciertas.
En esta primera meditación, Descartes no cuenta que, al cuestionarse todo lo que antes creía verdadero, a partir de entonces, de hallar algo cierto y seguro en las ciencias, se abstendrá de darle crédito, demostrando desconfianza hasta llegar a una firmación de la que no pueda dudar, de la que tenga absoluta certeza, a través de la meditación y el conocimiento.

Meditación Segunda (De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil conocer que el cuerpo.

Llegado a este punto, en la 2ª Meditación Metafísica, y una vez destruidos todos los conocimientos que había adquirido durante su vida, Descartes busca volverlos a reconstruir mediante un patrón fiable y de mucha más solidez y para ello aplica la duda a la propia duda, encontrando un elemento que prevalece a ésta: “si dudo que dudo puedo tener la certeza de que estoy dudando; lo cual implica necesariamente que estoy pensando; y si estoy pensando es indudable que estoy existiendo”. Descartes llega a la conclusión de que si piensa, existe, siendo ésta la primera verdad absoluta a partir de la cual va a construir todo el conocimiento. Este pensamiento queda plasmado en su célebre la frase “cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Además demuestra la existencia del espíritu, distinguiendo lo que pertenece a la naturaleza intelectual de lo que pertenece al cuerpo, siendo el cuerpo divisible mientras que el espíritu (alma del hombre) es indivisible, siendo ambas naturalezas no sólo diversas sino incluso en cierta forma contrarias. Para Descartes el cuerpo no es más que el medio que usa el alma para interactuar con el mundo material creado por Dios.
En esta meditación Descartes también expone que el contenido inmediato del pensamiento es la realidad existencial del sujeto pensante: la duda puede afectar a todos los contenidos del pensamiento, pero no puede afectar al “yo” donde estos contenidos están. Intuimos la existencia de un “yo” cuya esencia es ser pensamiento. En esto precisamente consiste intuir, pero para ello las ideas han de ser simples, ya que sólo de lo simple hay verdadera intuición. El resto del conocimiento es deducción.
Asimismo Descartes desarrolla la idea de que una cosa engendra otra cosa, y por esto concibe la existencia de un Dios perfecto e infinito, siendo nosotros seres creados por él y causa de ello es que podemos tener ideas acerca de lo infinito y lo inmortal. También nos dice que él tiene la idea de Dios antes que la de sí mismo, ya que Dios posee más realidad y mayor perfección; aduciendo que para sentirse imperfecto, ha de sentir algo más perfecto que él con lo que compararse.

Meditación tercera (De Dios; que existe)

Para realizar esta tercera meditación, Descartes nos dice que primero ha de mantener apartados sus sentidos para así sostener un coloquio consigo mismo, haciendo introspección. El filósofo francés establece como criterio de verdad la claridad y la distinción: todas las cosas que concebimos de forma clara y distinta son verdaderas y se presentan al espíritu.
Después examina si hay Dios, y si es así, si éste puede ser un dios engañador; pues, sin conocer esas dos verdades, dice no saber como poder alcanzar certeza de cosa alguna.”
Para el padre de la filosofía moderna, las ideas no pueden ser falsas en sí mismas, dividiéndolas en tres clases: las que parecen innatas, las que parecen ajenas (venidas de fuera), y las que parecen inventadas por uno mismo.
Descarte nos dice: “no sólo que la nada no podría producir cosa alguna, sino que lo más perfecto, es decir, lo que contiene más realidad, no puede provenir de lo menos perfecto... Para que una idea contenga tal realidad objetiva más bien que tal otra, debe haberla recibido, sin duda, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo menos, cuanta realidad objetiva contiene la idea.” De aquí saca la conclusión de que si la realidad objetiva de una idea suya es tal que pueda saber con claridad que no está en él ni formal ni eminentemente, entonces es que no está sólo en el mundo, y que existe otra cosa que es causa de esa idea.
Y añade que aunque pueda ocurrir que de una idea nazca otra idea, ese proceso no puede ser infinito, sino que hay que llegar finalmente a una idea primera, cuya causa sea como un arquetipo, en el que esté formal y efectivamente contenida toda la realidad o perfección que en la idea está sólo de modo objetivo o por representación.
Por ello, Descartes nos dice que la idea por la que él concibe un Dios supremo, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, tiene en sí más realidad objetiva que las que le representan substancias finitas.
Descartes demuestra la existencia de Dios diciendo que los humanos somos una sustancia que desea, y si desea es porque le falta algo, y si le falta algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. Aduce para ello que el hombre capta las cualidades de los objetos sin saber si son las auténticas. Para ello distingue entre dos tipos de cualidades: las primarias (las que captamos a través de la razón), claras y distintas y las secundarias (a través de los sentidos), que son las que nos pueden llevar al error.
También no dice que, aún pensando que fuéramos seres perfectos y autosuficientes, se nos plantearía la duda de quién nos creó: “El cuerpo evidentemente nace de un parto y lo explica la biología; lo que nos falta es quién crea el alma (“res cogitans”). Evidentemente debe venir de un ser superior, Dios; sólo Él es capaz de unir al cuerpo una alma”. De esta manera Descarte argumenta la existencia de Dios. Y ya que la idea de la existencia de Dios no puede percibirse a través de los sentidos, sólo queda pensar que Él mismo nos pudo introducir esa idea de forma natural, como si ese fuese el sello que Dios nos deja al crearnos, como artífice de esa creación.
Descartes basa toda la fuerza de este argumento en reconocer que sería imposible que él tuviese la idea de Dios, si Dios no existiera realmente.

Meditación cuarta (De lo verdadero y de lo falso)

Descartes nos dice en esta cuarta meditación que, habiendo demostrado la existencia de Dios, ha apreciado también que nosotros somos imperfectos, una imperfección que se demuestra a la hora de realizar juicios, pues aunque podamos distinguir entre lo verdadero y lo falso a través de la razón, a veces nos equivocamos. Y añade que al separar su espíritu de los sentidos ha advertido tener más certeza de las cosas del espíritu humano, e incluso más aún de Dios, que de las cosas corpóreas. Nos aclara la idea que él tiene del espíritu humano: una cosa pensante incomparablemente más distinta que la idea de una cosa corpórea.
Por otro lado, establece la verdad de que Dios es perfecto. Para ello Descartes nos dice que Dios es un ser completo e independiente; mientras que su existencia depende de Dios, lo cual le hace incompleto y dependiente, descubriendo así un camino que le conducirá, desde esta contemplación del Dios verdadero, al conocimiento de las restantes cosas del universo. Para ello y en primer lugar, Descartes reconoce que es imposible que Dios le engañe nunca, al ser perfecto y, al ser el engaño imperfecto, no puede proceder de Él. Asimismo en esta meditación Descartes considera que la potencia para juzgar la ha recibido de Dios, reconociendo que cuando no piensa más que en Dios, no descubre error o falsedad; mas volviendo luego sobre sí mismo la experiencia le enseña que está sujeto a infinidad de errores. También se pregunta cómo, si somos producto de de Dios, podemos ser imperfectos. Al buscar la causa percibe que a su espíritu no se presenta sólo una real y positiva idea de Dios sino también cierta idea negativa de la nada, o sea, de lo que está infinitamente alejado de toda perfección; Descarte nos dice que somos como el punto medio entre Dios, que es la perfección, y la nada (ser soberano-no ser) y por ello tenemos tendencia tanto a la verdad como al error. De ese modo, entiende que el error no es nada real que dependa de Dios, sino sólo una privación o defecto, y que si él yerra es por la falta de un conocimiento debería poseer. De ahí que, a la hora de distinguir entre lo verdadero y lo falso, nos dice el filósofo, usamos el entendimiento y la voluntad. A través del entendimiento captamos nuestro entorno sin afirmar ni negar nada, por lo que el error tiene que proceder de la voluntad, al realizar juicios sobre cosas que no conoce, haciéndonos errar; de ahí que debamos usar la razón antes que la voluntad. Además, para realizar buenos juicios debemos ver si la idea viene de Dios y es clara y distinta, pues será verdadera, y debemos evitar ideas confusas probablemente creadas por un genio maligno.
Estas respuestas sitúan a Descartes como un hombre moderno que asume ya el desgajamiento existente entre el mundo de la Filosofía y el de la Teología. Descartes afirma, por un lado, que no corresponde a la Filosofía investigar acerca de los motivos que llevaron a Dios obrar de un modo u otro; y por otro, que si no es labor de la filosofía preocuparse por analizar los motivos y los fines del obrar de Dios, ¿qué sentido tiene que la ciencia física postule la existencia de causas finales? Descartes, al negar la importancia de las causas finales, cuestiona la filosofía aristotélica-tomista, predominante aún en su época.

Meditación quinta (De la esencia de las cosas materiales; y otra vez de la existencia de Dios)

En esta quinta meditación, Descartes nos da otro argumento a favor de la existencia de Dios: “del hecho de no poder concebir a Dios sin la existencia, se sigue que la existencia es inseparable de él, y, por tanto, que verdaderamente existe.”
En primer lugar nos dice que, antes de averiguar si puede ser conocido algo cierto sobre las cosas materiales, y si existen tales cosas fuera de sí, debe considerar sus ideas en tanto que existen en su pensamiento, y ver cuáles entre ellas son definidas y cuáles confusas.
Descartes, al tener la certeza de conocer que la verdad de toda ciencia depende sólo del conocimiento del verdadero Dios, tiene el medio de adquirir una ciencia perfecta acerca de infinidad de cosas, y no sólo acerca de Dios mismo, sino también de la naturaleza corpórea, en cuanto que ésta es objeto de la pura matemática, que no se ocupa de la existencia del cuerpo. Dios le ofrece la seguridad de que las cosas que ve como claras y concisas son reales. Para ello Descartes nos pone un ejemplo: “cuando me imagino un triángulo, aunque quizá tal figura no exista fuera de mí pensamiento en ninguna parte, posee sin embargo una determinada naturaleza, o esencia, o forma, inmutable y eterna que ni ha sido creada por mí ni depende de mi mente; como se evidencia del hecho de que se puedan demostrar varias propiedades de este triángulo, a saber, que sus tres ángulos son iguales a dos rectos.
El filósofo nos dice que nosotros percibimos la esencia de los objetos, de tal manera que sin haberlos visto podemos tener una idea clara de ellos. De la misma manera nosotros tenemos una idea de la esencia de Dios: la fe, y es una idea clara y distinta; además Dios es perfecto y sólo se puede ser totalmente perfecto existiendo: No puede haber luz sin oscuridad de la misma manera que no puede haber la perfección y no existir.
Descartes, para probar la existencia de Dios argumenta tener el mismo grado de certeza que en las verdades matemáticas, pues la existencia de Dios no puede separarse de su esencia, al igual que no se puede separar de la esencia del triángulo la magnitud de que los tres ángulos son iguales a dos rectos. También no indica que del hecho de no poder pensar a Dios privado de existencia, viene a darse que la existencia es inseparable de Dios, y consiguientemente, que Éste existe en realidad, y no porque lo crea su pensamiento o imponga una necesidad a alguna cosa, sino porque la necesidad de la cosas misma, es decir, de la existencia de Dios, le obliga a pensarlo. Aún así, continúa diciéndonos Descartes, él podría persuadirse de que se estaba engañando, pero no una vez que ha percibido la existencia de Dios, y que Éste no es engañador, aunque no recuerde lo argumentado, y tan solo recuerde el hecho de haberlo percibido clara y definidamente.

Meditación sexta (sobre la existencia de las cosas materiales y sobre la distinción real del alma y del cuerpo)

Esta es la última meditación de Descartes. En ella se une todo lo adquirido en las anteriores para definir finalmente el dualismo cartesiano.
Al comienzo de esta meditación, Descartes vuelve a plantear el tema de la existencia de las cosas materiales como una mera posibilidad: si las concibe como objetos de la matemática pura, es decir, como ideas, cumplen con los requisitos de claridad y distinción, tiene la certeza de que Dios podría producirlas de acuerdo a estas últimas, ya que no encierran contradicción. Pero no sostiene que de hecho existen, sino sólo que podrían hacerlo.
Descartes piensa que el hombre, a través de la “res extensa” (cuerpo) tiene percepciones y sentimientos. La “res cogitans” (alma) piensa, reflexiona, razona, imagina... pero necesita de un cuerpo para interactuar/unir el alma con el mundo exterior. Evidentemente será también tarea del cuerpo toda decisión que le afecte. No comemos ni bebemos por voluntad, sino por necesidad; dicho de otra forma, las reacciones emocionales dependen del cuerpo. Por ello, para Descartes, el hombre es la unión de la “res cogitans”, que concibe las propiedades primarias de los objetos a través de la razón, y la “res extensa”, que se encarga de las propiedades sensoriales y emocionales para transmitirlas a la “res cogitans”. Llegado a este punto, Descartes se pregunta si podría existir el cuerpo y alma por separado, y por ello nos da la siguiente argumentación:
Se puede deducir que las cosas materiales existen a partir de la facultad de imaginar, ya que la imaginación no parece ser otra cosa que cierta aplicación de la facultad cognoscitiva al cuerpo que le está íntimamente presente; es decir, la capacidad de representar un objeto presente en ella, lo cual implica una cierta limitación en comparación con la intelección, la cuál esta sólo limitada por la necesidad de claridad y distinción en su concepción. También Descartes nos dice que al imaginar no sólo se supone lo que es el objeto en cuestión, sino que se aplica sobre éste el poder del intelecto. Ahora bien, cuando hay que realizar un esfuerzo de ánimo para imaginar, que no es preciso para concebir, se requiere al intelecto. De esta forma Descartes nos explica la diferencia entre la imaginación y la pura intelección.
A partir de ahí Descartes comienza a ver la probable existencia de un cuerpo, al necesitar de él la imaginación para poder crear sus representaciones, ya sea a través de ideas que provengan de la memoria o de los sentidos. De esta forma Descartes encuentra dentro de su análisis la existencia de una idea distinta de la naturaleza corpórea, estableciendo que la imaginación, con ayuda de la memoria se ampara en ellos para la percepción de las cosas corpóreas.
Descartes nos dice que el poder de imaginar no es necesario para la esencia del espíritu. En esta meditación el filósofo continúa diciéndonos que la mente, mientras concibe, se concentra en cierto modo en sí misma, y considera alguna de las ideas que tiene; por contrario, cuando imagina, se vuelve al cuerpo y ve en él algo conforme a la idea concebida por ella o percibida a través de los sentidos.
A pesar de estas reflexiones Descartes, aún teniendo la clara idea de la naturaleza corpórea que existe en su imaginación, no ve la prueba concluyente de que necesariamente que exista algún cuerpo. Para buscar explicación a la existencia de los seres corpóreos, Descartes introduce una novedad: las enseñanzas de la naturaleza, refiriéndose a ésta como “el orden dispuesto por Dios en las cosas creadas y por “mi” naturaleza, en particular, no entiendo otra cosa que la ordenada trabazón que en mí guardan todas las cosas que Dios me ha otorgado". Para explicarnos qué es lo que esta naturaleza nos enseña, Descarte nos habla de cómo siente tener cabeza, manos, pies, etc., y como así mismo ha experimentado en ellos la existencia de otros muchos cuerpos que le producían una serie de sensaciones corpóreas, cuyas ideas, le llegaban a la mente sin su consentimiento: frío, calor, hambre, sed, tristeza, alegría, etc., y por tanto, no debía dudar que había en ello algo de verdad”. Y además, tras la certeza de la existencia de Dios sabía que todo lo que concebía clara y definidamente podía ser creado por Él, motivo por el cual concluía que si bien su existencia radicaba únicamente en ser una cosa que piensa, inextensa; también a su vez tenía una idea precisa de tener un cuerpo, el cual era tan sólo una cosa extensa, sin capacidad de pensar y de ahí Descartes deducía ser en realidad distinto de su cuerpo, siendo éste y el alma dos sustancias distintas unidas para crear al hombre y , por lo tanto, poder existir sin él.
Descartes termina su argumentación diciéndonos que en él existe una facultad pasiva de sentir, o recibir ideas, pero también una facultad activa de producir o de hacer estas ideas. Y ésta no puede existir en sí mismo, porque no supone ninguna intelección anterior, sino que estas ideas que le vienen intuitivamente resta que exista alguna sustancia diferente de él y, al creer que las ideas son emitidas de las cosas corpóreas, no ve de qué manera podría entenderse que no es falaz, si procediesen de otra parte que de las cosas corpóreas; por lo tanto, las cosas corpóreas existen.











Este resumen ha sido cedido por la Asociación Cultural SOFOS de Madrid