martes, 24 de julio de 2012

¡A ESTIRAR, A ESTIRAR! QUE EL DEMONIO VA A PASAR

¡A ESTIRAR, A ESTIRAR! QUE EL DEMONIO VA A PASAR.


A mi memoria viene aquella canción que, de pequeña, cantaba con mis amiguitas en la calle mientras jugábamos a ese juego llamado “el corro” y es que, como decía aquella otra infantil que coreábamos mientras, cogidas unas a otras de la mano, dábamos, en círculo, la vuelta una y otra vez hasta concluir la canción sentadas en el suelo, por aquella época, pocas eran las niñas que tenían, en su casa, un patio particular en el que jugar en el que el demonio terminaba por pasar…

Era una sociedad paternalista en la que, si uno era bueno y obediente obtenía premios y si no lo era, resultaba castigado.

Después ese modelo cambió a uno que, en principio, debía ser mejor puesto que dejaba a los hijos que desarrollasen su personalidad sin la autoritaria intromisión de los padres. Era el modelo de tolerancia pero al final no ha resultado tan exitoso como se las prometía porque, aunque bien es cierto que hubo una generación – la de la transición de uno a otro modelo social – que sí dió buenos frutos, las siguientes han derivado en un mal entendimiento de la palabra tolerancia que ha dado lugar a otra que, siendo parecida, ni por asomo es la misma: Permisividad.

Y es que los padres de la generación de los sesenta no somos tolerantes sino permisivos. Consentimos a nuestros hijos la falta de respeto, especialmente hacia las normas y el resto de las personas, aunque algunos padres sí quieren que se les respete a ellos… aunque no al resto de la sociedad. Y encima, se les premia...

Todo esto se pone de manifiesto con la llegada del buen tiempo, y más aún en el verano, en comunidades donde hay patio y… piscina.

Las normas dicen: “Prohibido jugar con balones u otros objetos en el interior de la piscina”. Bien pues los niños y no tan niños se lo pasan “por ahí mismo” y eso sí, con el beneplácito de los padres, lo cual impide que el socorrista cumpla bien con su trabajo al no “atreverse” a decirles nada pues… los padres son los primeros no sólo en consentirlo sino en dejar que bajen el balón (y sí, digo balón y no digo pelotita de plástico de colores, típica de las playas…).

Y no sólo eso, es que, aparte de no dejar que sus hijos cumplan con las normas, no dejando que aprendan las verdaderas normas de convivencia, además les animan a no aceptar las decisiones de la mayoría (esos mismos que luego se consideran demócratas). Y es que tras una votación relativa a sacar el mobiliario de piscina (sillas y mesas) fuera del recinto de ésta, un elevado porcentaje de vecinos votó que no fuese permitido y en esta ocasión no sólo los hijos sino también los padres hicieron caso omiso del resultado de la votación, aunque cuando esas mismas personas han propuesto otras cosas y han obtenido la mayoría, el resto de los vecinos lo han acatado.

Capítulo aparte merece el de no pisar el césped, etc., etc…

Sí, nos hemos vuelto demasiado permisivos con esos que son los que conformarán la sociedad del futuro pero es que, quizá también nos hemos vuelto demasiado permisivos con nosotros mismos… Hemos llegado a un punto en el que ni siquiera nos sorprende que nos haga gracia ese anuncio de refresco que, con tal de que el adolescente se divierta, manda a quien quiere hacer que se cumplan las normas a tomar F… ¿Dónde quedó aquello de “la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro…"?

Y es que este es el diablo de nuestros días: la falta de respeto y campea libre por doquier porque comienza a hacerlo, sin que nadie le ponga trabas, desde el patio de nuestras casas que es particular y en él se falta al respeto tanto como en lo demás...