sábado, 7 de julio de 2012

LA FAMILIA PIÑA

Con este relato inicio una serie de relatos con contenido social.


LA FAMILIA PIÑA


Cualquiera que lea esto puede pensar que me he equivocado al escribir el apellido familiar, pensó Paqui una vez terminó de redactar el título de su escrito: “La familia piña”…
Paqui recordaba la conversación que había mantenido el día anterior con su vecina Juana, acerca de esa final de la UEFA entre el Atlético de Madrid y el Atlétic de Bilbao en Budapest. Juana y sus hijos eran grandes aficionados al fútbol, y el club de sus amores era el Bilbao. Y es que fue a esa ciudad a la que su esposo y ella se trasladaron, de jóvenes, desde su pueblecito avilense y donde nacieron sus hijos. Años después tuvieron que emigrar a Madrid al decidir los dueños de la fábrica el traslado de ésta a la capital. Fueron tiempos duros pues no es fácil “levantar el campamento” dejando atrás amigos, hogar, barrio y ciudad para comenzar de nuevo en otra ciudad. Esa nueva migración era aún peor a causa de sus hijos. A Juana y su marido la ansiedad les quitaba el sueño, al no saber como un cambio tan grande afectaría a los muchachos. Afortunadamente se adaptaron a Madrid a las mil maravillas, gracias a su simpatía y a la educación con la que trataban a vecinos y compañeros de clase. Crecieron, terminaron sus estudios, comenzaron a trabajar y se casaron, manteniendo siempre ese cariño por Bilbao a través de su club de fútbol. Todo iba bien hasta que estalló la crisis en la que aún estamos inmersos (¡y lo que nos rondará “morena”!) los españoles, y por cuya causa el menor de los hijos y su esposa habían quedado sin trabajo y el del mayor… ¡pendía de un hilo!, aunque por fortuna la mujer de éste era funcionaria. Juana había comentado a Paqui la ilusión que les hacía poder ir a ver esa final de Copa en Budapest pero como, al conocer el coste por persona, habían desistido de hacerlo. Tanto Juana como su hijo mayor aún podían permitírselo pero… ¡Cómo gastar ese dineral habida cuenta de la penosa situación en la que se hallaba el menor de sus vástagos! Y es que ellos eran una de esas “familias piña” que tanto abundan en nuestro país, hoy en día, por culpa de la mala gestión de los malos políticos y avariciosos banqueros. Juana y su hijo Manuel decidieron que utilizarían ese buen puñado de euros para ayudar a Javier. ¡Para eso está la familia!, para ayudarse los unos a los otros.
Paqui cayó en la cuenta del lado positivo que la crisis económica tenía: la unión entre las familias, el aunar esfuerzos y luchar codo a codo contra la adversidad. En esas estaba cuando un pensamiento aleteó por su mente: Esos acumuladores de riqueza a los que les importa un rábano el prójimo, ¿pertenecerían a una familia “piña”? Casi podría afirmar que no, puesto que si ya es difícil recibir amor, aún sembrándolo, ¡¿cómo recibirlo sin haber plantado antes esa semilla?! Esas personas no cosechan amor porque no saben amar… ni siquiera a sí mismos, porque en caso contrario sabrían que la verdadera felicidad y bienestar está en el interior de la persona y no en lo que las cosas te pueden proporcionar, y que una de las mejores formas de conseguirlo es ayudando desinteresadamente a los demás y no amasando fortunas a costa de empobrecer, incluso, a países enteros. Paqui, tras esa reflexión, sintió lástima por esas personas que creyendo tenerlo todo no tienen ni tendrán nunca la suerte de saber lo que se siente al formar parte de una “familia piña”… por mucho que puedan ir volando en primera y a hoteles de cinco estrellas para ver el final de cualquier Campeonato de fútbol o de lo que se tercie…