sábado, 7 de julio de 2012

EL BANQUETE, O DEL AMOR. PLATÓN.


PLATÓN

EL BANQUETE, O DEL AMOR.

Asunto: Diálogo acerca del amor en el cual Platón habla a través de Sócrates como personaje principal.

RESUMEN

Apolodoros se encuentra con un amigo que le pide le describa lo acaecido en un banquete dado por Agatón, poeta trágico, a sus invitados Phaidros, Pausanias, al médico Eryximacos, al poeta cómico Aristófanes y a Sócrates, para celebrar su victoria en las fiestas Leneas con su primera tragedia, diciéndole que ya Glauco le había relatado algo acerca de él; al parecer a él se lo había contado Phoenix, hijo de Philippo.
Apolodoros contesta que ese banquete acaeció mucho tiempo atrás, cuando ellos eran jóvenes, y que aunque él no había acudido al mismo, sí tuvo conocimiento detallado de lo allí tratado no por Sócrates sino por medio de uno de los invitados, Aristodemos de Kydaethenes, un hombrecito descalzo, gran admirador del Maestro, aunque él, más tarde, constataría la veracidad de lo relatado por boca de Sócrates. Acto seguido Apolodoros inició la narración diciendo que, una vez llegaron todos los convidados – siendo Sócrates el último en acudir -, sus pies fueron lavados, cenaron, hicieron las libaciones, se cantó un himno en honor del dios y tras otras ceremonias religiosas ordinarias, se decidió que beberían con moderación, por indicación de Pausanias.
Entonces Eryximacos propuso iniciar una conversación en la cual cada uno de los presentes daría un discurso que versase sobre el Amor, ya que decía nadie había elogiado a dios tan grande.
Phaidros, el primero en hablar, lo hace como un joven cuyas pasiones han sido purificadas por el estudio de la filosofía. Él, con su educación liberal, juzga el Amor libre de toda sensualidad grosera y en su acción moral. Para Phaidros es el dios más antiguo ya que no tiene ni padre ni madre, y el más capaz de hacer al hombre virtuoso y feliz en la vida y después de la muerte. Para él no hay mayor ventaja para un joven que la de tener un amante virtuoso y para un amante no hay otra que amar un objeto virtuoso. Además el Amor, para Phaidros es como un principio moral que gobierna la conducta sugiriendo a todos los hombres la vergüenza de lo malo y la pasión del bien, que no tolera la cobardía en los amantes y que siempre inspira abnegación.
Pausanias es el segundo en hablar y lo hace como el hombre maduro al que la filosofía ha enseñado lo que los jóvenes desconocen. Está en desacuerdo con el elogio que Phaidros hace en su teoría, pues éste ve al Amor como único.
Por su parte, en su discurso, Pausanias trata el Amor como una investigación filosófica en la cual indica que el Amor no puede ir sin la compañía de Venus; es decir, de lo bello.
En esta teoría existen dos Venus: Venus celestial, hija del Cielo y sin madre y Venus popular, hija de Júpiter y de Dione, y por lo tanto existen dos Amores que se corresponden igualmente con esos nombres y que acompañan a cada una de ellas: uno sensual que causa vergüenza y que hay que evitar (Venus y Amor popular). El otro Amor va dirigido a la inteligencia, por lo que es proclive a los hombres. Este Amor es digno de ser buscado y honrado por todos pues exige para ser bueno y honorable una serie de condiciones difíciles de reunir en el amante (Amor celestial que acompaña a Venus celestial). Los servidores de este tipo de amor sólo se sienten atraídos por jóvenes cuya inteligencia empieza a despuntar y se da exclusivamente entre hombres.
Para Pausanias la acción en sí no es bella ni fea sino que depende de la forma en que se realice; es decir será buena y bella si se hace con honorabilidad y mala y fea si se lleva a cabo faltando a esa regla.
Para este filósofo el amante debe amar la belleza del alma ya que ésta ama la virtud, y de esta manera permanecerá fiel toda la vida porque ama lo que es duradero. El amante y el amigo han de esforzarse mutuamente, observando siempre las reglas del honor, con la esperanza de perfeccionarse en una ciencia o virtud.
Aristófanes perdió su turno pues tuvo un ataque de hipo causado por el exceso de comida, haciendo que Eryximacos, fuese el tercero en improvisar sus opiniones respecto al Amor, expresándose en su discurso como médico, decidiendo completar lo anteriormente expuesto por Pausianas. Aunque acepta la diferencia de los dos amores argumentada por el anterior contertulio, él lo considera como la unión y la armonía de los contrarios, estando en todos los seres y no sólo en el alma de los hombres. Añade que el amor está en la Medicina pues la salud del cuerpo es el resultado de la armonía entre el buen y el mal temperamento. Asimismo esta en la música, en la combinación armónica de sonidos graves y agudos, o en la poesía cuyo ritmo viene dado por la unión de las breves y las largas. El Amor puede ser funesto y perverso cuando los elementos opuestos rehúsan unirse y existe el predominio de uno de ellos, o bueno y saludable cuando se produce y mantiene la armonía, llegando a tener un poder universal. En su teoría Eryximacos da una nueva definición del amor: la unión de los contrarios, abriendo así un nuevo y vasto horizonte en la discusión, al abarcar por entero todo el orden de las cosas físicas.
Aristófanes, recuperado de su hipo por haber estornudado, habló a continuación. Su discurso tiene la elocuencia de un poeta cómico, aunque conlleva profundos pensamientos. Para dar su opinión acerca de la universalidad del Amor imagina una mitología extraña, a fin de demostrar que el amor, considerado una vez como la armonía de los contrarios y otra como la unión de los semejantes, es en todos los casos el deseo de la unidad, idea que lleva a la metafísica la teoría de la psicología y de la física.
Para exponer su teoría Aristófanes habla de tres especies de hombres que existieron en un principio y que eran dobles y de forma esférica: dos hombres unidos (producidos por el sol), dos mujeres unidas (producidos por la tierra) y la última, un hombre y una mujer unidos, denominados andrógenos, la especie más inferior (producidos por la luna). La unión se verificaba por la piel del vientre y cada una de estas especies estaba llena de amor por la suya, engendrando hijos de su especie por las semillas que dejaban caer en el suelo. Desafiaron a los dioses y como castigo fueron separados y Apolo fue el encargado de curar las heridas. A partir de entonces se vieron obligados, a fin de reproducirse, a unirse hombre con mujer. Más a pesar de ello cada especie ha guardado en su recuerdo el amor que sienten el uno por el otro en su antiguo estado, cuando se era un todo completo: hombre-hombre, mujer-mujer y hombre-mujer, motivo por el que se buscan incesantemente (la búsqueda de la “media naranja”). Con esta teoría Aristófanes explica los diferentes tipos de amor existentes: heterosexual y homosexual, llegando a la conclusión de que el amor entre dos hombres no es solamente el más noble, sino el único amor verdadero y durable; siendo el amor entre hombre y mujer el más inferior de todos puesto que es la unión de dos contrarios. Para Aristófanes al deseo de volver a recobrar aquel antiguo estado se le llama amor.
Agatón, al ser poeta, se expresa con hábil retórica y elegante lenguaje. Para completar la teoría del Amor ha de saber cuál es su naturaleza y así saber sus beneficios. Al contrario que Agatón opina que el Amor no sólo no es el más antiguo sino que es el más joven de los dioses, siempre hermoso y con una juventud eterna. Es el más tierno y delicado al habitar en el alma de los hombres, aunque no en todas pues se aleja de los corazones duros; es también el más sutil al poder entrar y salir de las almas pasando inadvertido. También es el más gracioso al ir siempre acompañado de la belleza; asimismo el más justo pues ni ofende ni es ofendido ya que violencia y Amor son incompatibles. También es el más temperante pues domina todas las pasiones, al ser él el mayor placer; es por lo tanto el más fuerte y el más hábil, siendo además maestro de Apolo, las Musas, Minerva, Vulcano y Júpiter. Él forma a su antojo a los poetas y a los artistas. Agatón concluyó su elogio diciendo que en cuanto el Amor nación brotaron de él toda clase de bienes para los dioses y los hombres, utilizando para ello un homenaje poético de tal calibre que al terminar todos le aplaudieron.
“La elocuencia de Agatón, me recuerdas a Gorgias”, comentó Sócrates diciendo que se sentía apurado al tener que elogiar él al Amor después de un discurso tan bello, tan variado y admirable en todas sus partes. Dichas estas palabras, y siendo ya su turno de oratoria, Sócrates advierte que su elogio consistirá en referirse solamente a cosas verdaderas, para ello expone su teoría con un maravilloso lenguaje sabio e inspirado. Su discurso se compone en dos partes: una crítica, en la cual rechaza algunos planteamientos expuestos por el resto de los comensales, especialmente los de Agatón y otra dogmática en la que da su opinión acerca de la naturaleza y los efectos del amor.
Comienza rebatiendo a Agatón, para ello le hace varias preguntas cuyas respuestas les llevan a la conclusión de que el Amor no es bello pues busca la belleza y siempre se busca lo que no se tiene, motivo por el cual tampoco es bueno ya que lo bueno siempre va unido a lo bello. Para emitir su opinión acerca de la divinidad del Amor, se basa en las palabras dichas por una mujer, Diotime de Mantinea, “maestra del amor y de muchas otras cosas” de la cual, comenta Sócrates, él ha aprendido todo lo referente al amor. Ella le hizo comprender que el Amor no es un dios pues no es ni bello ni hermoso y los dioses sí lo son. Ello no quiere decir que sea feo y malvado ya que, entre ambos términos existe un punto medio entre los contrarios, al igual que lo hay entre la ignorancia y la ciencia. El Amor es un ser intermedio entre lo mortal y lo inmortal: un demonio. Su misión es mantener la armonía entre la esfera humana y la divina, aproximando ambas naturalezas contrarias al ser intérpretes e intermediarios entre los dioses y los hombres. Junto con los otros demonios es el lazo que une el gran todo, ya que el hombre se eleva hasta Dios por el esfuerzo del Amor.
El Amor, nacido el mismo día que Venus, es hijo del dios de la Abundancia y de la diosa de la Pobreza; de ahí su naturaleza semi divina. Es amante de la sabiduría - lo que le hace ser un filósofo - al ser bella y buena, siendo él ni lo bastante sabio para poseerla ni lo bastante ignorante para creer que la posee.
La naturaleza y el origen del Amor es muy clara: el que ama lo bello. Y lo que ama es poseer lo bello y con ello ser dichoso. Por tanto el amor consiste en poseer lo bueno y lo bello, es decir la belleza, por siempre. Para ello se aspira a la producción en la belleza, sea por el cuerpo o sea por el alma, queriendo que esta producción se perpetúe sin interrupción y sin fin, de donde se deduce que la inmortalidad es también un objetivo del amor. Esta inmortalidad, si se produce a través del cuerpo, produce el nacimiento de los hijos que es la sucesión y sustitución de un ser joven a uno viejo. Este deseo de perpetuarse es la razón del amor paternal, dando una inmortalidad compatible con la naturaleza mortal. Pero por encima de ésta están aquellas que se alcanzan según el espíritu, y que son propias del hombre que ama la belleza del alma, inculcando en ella virtudes tales como la justicia, la prudencia y el deber, perpetuando la sabiduría y asegurando así una inmortalidad muy superior a la conseguida a través de los hijos.
Diotime, siguió narrando el Maestro, había pedido a Sócrates le prestase toda la atención de que fuese capaz para así hablarle de los diferentes grados dentro del amor. El primero es el de la atracción por cuerpos hermosos y después por todos los cuerpos, cuyas bellezas son todas hermanas las unas de las otras, para pasar al segundo grado en el que el hombre se enamora de las almas bellas, de sus acciones y sentimientos. De ahí pasa a la esfera de la inteligencia, en la cual se siente atraído por todas las ciencias, inspirando al hombre los más elevados pensamientos y los mejores discursos filosóficos. Pero la ciencia que más cautiva el alma es la ciencia misma de lo bello: la belleza en sí, eterna, suprema, absoluta y divina. Ésta es la perfección del amor. Por ello, el que engendra y alimenta la verdadera virtud es al que le corresponde ser amado de Dios, alcanzando al mismo tiempo la inmortalidad.
Sócrates termina su elogio al Amor diciendo que venera todo cuanto a él se refiere y que, para conseguir un gran bien éste es el auxiliar más poderoso.
El discurso de Sócrates - en el cual quedaba patente la altura moral dada en él al Amor, en contraposición a la bajeza de los afectos ordinarios de los hombres- estaba siendo alabado cuando escucharon mucho ruido proveniente del exterior y fuertes golpes en la puerta. Eran voces de jóvenes en estado de embriaguez a los cuales se unía el sonido de la flauta. Al momento entró Alcibíades que medio borracho preguntaba por Agatón pues pretendía colocarle una guirnalda de flores en la cabeza. Se acomodó al lado del anfitrión, entre éste y Sócrates al cual no había visto en un principio. Al darse cuenta de la presencia del Maestro, por quién siente un profundo afecto admiración por su superioridad moral, Alcibíades le increpa el estar allí pues no esperaba encontrarse con él y, especialmente, el hecho de que éste se hubiese sentado al lado de Agatón, el más bello de los comensales.
Por su parte, Sócrates afirma que el amor que Alcibíades siente por él le pone en apuros pues tiene miedo de ese amor a causa de los terribles celos que el joven siente, ya que desde que él comenzó a amarle no puede ni hablar ni mirar a ningún otro joven sin provocarlos.
Alcibíades, diciendo que dejará la venganza para otra ocasión, hace otra guirnalda para coronar a Sócrates pues para él es quien mejores discursos da siempre. Después animó a los demás a beber. Eryximacos insta a Alcibíades a dar un discurso acerca del Amor pero éste dice que al estar embriagado su elocuencia no podría mantener disputa con la de ellos, hombres sobrios y de sangre fría; además él no podría elogiar a ningún dios u hombre estando delante Sócrates pues éste le maltrataría. Eryximacos le anima pues a elogiar a Sócrates. Alcibíades accede diciendo que dirá la verdad sobre él y, que si en algún momento no es así, que el Maestro le desmienta pues si falta a ésta será sin intención.
Alcibíades comienza su discurso comparando a Sócrates, en el exterior, con el sátiro Marsyas, el flautista que encantaba a los hombres con el sonido de su música. Al igual que éste, el Maestro con simples discursos tiene, dice Alcibíades, la virtud de arrebatarnos a nosotros mismos y de hacernos conocer a los que tienen necesidad de las iniciaciones y de los dioses, pues todos los que le escuchan se sienten impresionados y transportados. Añade Alcibíades que él mismo, cuando le escucha, nota que su corazón late más violentamente e incluso derrama lágrimas, llegando a afirmar que Sócrates despierta en él el sentimiento de la vergüenza, al hacer que sus actos desmientan sus palabras.
Asimismo le compara con un Sileno al sentir Sócrates también un ardiente interés por los bellos mancebos y adolescentes, a los cuales busca con apasionamiento pues le cautivan en extremo. Más, y en contra de lo que pudiese parecer, Alcibíades asegura que la hermosura de un hombre es tan indiferente a Sócrates como lo es la riqueza. Tan sólo cuando deja que miren en su interior, quien ve en él se da cuenta de las bellezas que allí guarda, tan divinas, grandes y seductoras que imposible resistirse a él.
Para dejar constancia de ello Alcibíades cuenta lo ocurrido entre él y el Maestro, pues quiere elogiar lo admirable de Sócrates. Narra como en un principio pensó que al Maestro le interesaba de él su belleza y por ello, en una de las ocasiones en que le invitó a su casa a cenar y dormir se insinuó a él diciéndole que era el amante digno para él ya que su empeño mayor era el de perfeccionarse todo lo posible y por ello no veía a nadie cuyo auxilio para ello fuese más provechoso que el de él. Añadía que también le había dicho, en aquella ocasión a Sócrates, que creía que éste no se atrevía a descubrirle sus sentimientos.
Según confesaba, la respuesta de Sócrates fue que debían de pensarlo y hacer lo que más conviniese a ambos. Alcibíades insisitío y se recostó a su lado pero Sócrates le rehusó. Alcibíades relataba que se sintió por una parte menospreciados pero que por otra admiró el carácter, la temperancia y la fortaleza del alma de Sócrates, creyendo imposible encontrar otro hombre que le igualase en sabiduría y dominio sobre sí mismo.
Alcibíades continuó relatando hechos admirables como los que Sócrates llevó a cabo en campaña, en los combates, llegando incluso a salvarle a él la vida. Finalmente terminó diciendo que lo que hacía a Sócrates digno de particular admiración era el no tener semejantes ni entre los antiguos ni entre los contemporáneos. Era pues un ser único.
Una vez terminado su discurso interviene Sócrates para decir que todo había sido un ardid para enemistale a él y a Agatón, pretendiendo que él sólo debía amarle a él y a nadie más y que, por otro lado, Alcibíades había de ser el único en amar a Agatón. Con ello Sócrates consiguió que el joven Agatón se sentase junto a él y, aludiendo al elogio que debía de hacer a quien estaba sentado a su derecha, impidió que Alcibíades volviese a situarse entre ambos. Cuando Sócrates iba a iniciar su elogio entraron en la sala aquellos que, embriagados, habían acompañado a Alcibíades haciendo de esta forma que todos los invitados se embriagasen excepto Sócrates, invencible porque su pensamiento, separado de esos desórdenes, preserva de ellos su cuerpo ya que la filosofía le ha inmunizado contra las pasiones. Una vez que sus dos últimos interlocutores durmieron, y habiéndose despertado Aristodemos, ya entrado el día, Sócrates y él abandonan la casa de Agatón. A continuación fue al Liceo, bañándose allí e iniciar sus ocupaciones habituales.







Este resumen ha sido cedido por la Asociación Cultural SOFOS de Madrid