lunes, 20 de noviembre de 2023

EL VERDADERO AMOR

Dedicado a todas las madres 10, pero también a los hijos e hijas que han pasado por el mismo trance que yo y para aquellos y aquellas que, desgraciadamente, en algún momento de su vida también tendrán que vivirlo. Confieso que durante muchos años fui una romántica incurable. Siempre en busca del amor verdadero. Ese amor capaz de inmortalizarse en el tiempo y el espacio. Ese amor total en su inmensidad. Ese amor que no se desgasta ni deteriora con la convivencia. Ese amor que representa la entrega total hacia la otra persona. Ese amor que implica poner al ser amado por encima de uno mismo. Ciertamente creí encontrarlo en un par de ocasiones pero… ¡fiasco total! Ambos tipejos me salieron ranas. Con el transcurrir del tiempo me convencí de que tal tipo de amor no existía. Craso error. El amor que con tanto ahínco busqué siempre estuvo ahí, a mi lado… ¿Tan ciega estaba? No. Lo que ocurre es que, generalmente, hasta que no perdemos algo que siempre ha estado ahí no nos damos cuenta de que lo teníamos o… no lo valorábamos como debiéramos. Siempre estuviste a mi lado, cuidándome, protegiéndome, ayudándome. Nunca criticaste mi forma de pensar o de ser a pesar de los muchos errores que cometí. Siempre podía contar contigo. Recuerdo como, al divorciarme, venías a hacerte cargo de mi hijo pequeño. Eras tu quien me echaba una mano fregando cacharros, planchando y haciendo tareas de la casa. Tú, siempre tú. A pesar de tu edad eras incansable. Supongo que la naturaleza te daba fuerzas por ser lo que eras, mi madre. Sabías que tu hija te necesitaba y tirabas para adelante aunque te tuvieses que tomar un paracetamol para aliviar tu artrosis. Como toda buena madre luchaste por sacarnos adelante cuando papá murió en aquel accidente de tráfico y te dejo viuda tan joven. Me vienen los recuerdos de aquellos tiempos, trabajando fuera de casa y, al mismo tiempo, realizando las tareas domesticas pues, al ser nosotras tan pequeñas, en poco podíamos ayudarte. Para ti no había fiestas. Todos los días eran laborables. No salías por ahí. Olvidaste lo que significaba la palabra diversión. Siempre trabajando, cosiendo aquellas prendas que te traías del trabajo a casa para obtener más dinero con el que afrontar todos los gastos, procurando que nada nos faltase. Eso es amar. Quienes como yo han tenido una madre 10 y la han perdido sabrán perfectamente de lo que estoy hablando. Y es que, de seguro, habrá en el mundo millones de madres tan buenas como tú pero ninguna mejor. Me siento muy afortunada y doy gracias a Dios, a la vida, al destino o… simplemente al azar por haber nacido de ti. Ahora comprendo por qué, en los últimos meses de tu vida y con esa terrible enfermedad que hace que te olvides de todo nunca te olvidaste de tu madre y siempre la llamabas y decías que querías irte con ella, querida mamá. Sí, ahora lo sé y estoy convencida de que, también yo, cuando me llegue el momento… te llamaré a ti y querré estar a tu lado por toda la eternidad. Tú y yo eternamente unidas en un amor sin fin. Ese es el amor verdadero. Gracias, mamá.